La cuenta atrás de las elecciones estadounidenses ha empezado antes de lo previsto y lo ha hecho con una desgraciada noticia. La muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg a los 87 años podría suponer un desbarajuste en el Tribunal Supremo, última cámara en la que se deciden muchas políticas sociales e ideológicas.

Pese a los deseos de la jueza de que nombrasen a su sucesor después de las elecciones, Donald Trump ha dejado claro que quiere que ese nombramiento se produzca cuanto antes. Asegura que es “probable” que sea una mujer quien ocupe el puesto de Ginsburg, pero las preguntas son casi infinitas.

Si Trump 'coloca' a una jueza conservadora, habrá seis conservadores y tres progresistas en el Tribunal Supremo. El último ejemplo de una situación similar se vivió en 2016, cuando, a ocho meses de las elecciones y tras la muerte del juez conservador Antonin Scala, Barack Obama quiso cubrir esa vacante. Los republicanos bloquearon entonces esa propuesta alegando que era año electoral.

El papel clave de Mitch McConnell

El líder de ese bloqueo fue Mitch McConnell, alguien que sigue teniendo la llave de la postura del partido republicano en este tema. Para McConnell, se trata de “una decisión crítica” que el Senado debe refrendar antes de las elecciones, haciendo un llamamiento a los republicanos para que apoyen al candidato que proponga Trump, algo que McConnell cree que debería producirse “la próxima semana”.

Sin embargo, Joe Biden, candidato demócrata a la Casa Blanca, “no hay duda” de que es el nuevo presidente de los Estados Unidos el que debe nombrar a ese noveno miembro del Tribunal Supremo, instando así a esperar hasta el 3 de noviembre. Es la guerra política que marca la actualidad estadounidense, un seísmo que puede marcar el futuro de las elecciones y más allá.