Tras dos meses y medio de investigación, Robin trasladará el dossier a tres jueces de instrucción de Marsella, que abrirán una investigación contra "X" por "homicidio involuntario" ya que la legislación francesa no permite acusar de asesinato a un fallecido. A partir de esa instrucción podrá establecerse si fallaron los mecanismos de control que permitieron volar al piloto y, de ser así, si ello constituye un delito.
"El avión no tuvo ningún problema de mantenimiento en tierra en Barcelona. El avión era capaz de volar perfectamente", agregó el fiscal, que desgranó detalles de la personalidad del piloto alemán. Lubitz, que siempre había soñado con trabajar como piloto de larga distancia para la aerolínea alemana Lufthansa, matriz de Germanwings, sufría de psicosis, problemas de visión, insomnio y depresión.
Al menos, así lo diagnosticó uno de los 41 médicos a los que había visitado en los últimos cinco años, entre los que se cuentan generalistas, psiquiatras, neurólogos y oftalmólogos. Solo en el mes anterior a la tragedia, Lubitz había tenido cita con siete doctores y había estado diez días de baja.
"Tenía motivos para temer que podría quedarse sin posibilidad de volar si su situación llegaba a oídos de sus controladores o de la empresa", agregó el fiscal, quien añadió que uno de esos médicos con el que se entrevistó durante "largo tiempo" le diagnosticó "psicosis amenazante con problemas de visión sin origen orgánico". El joven copiloto en 2009 había interrumpido su formación en Alemania por un episodio de depresión y había completado su entrenamiento en Estados Unidos.
Finalmente obtuvo un certificado médico que le declaraba apto para poder volar y fue contratado por Germanwings en junio de 2014, nueve meses antes de la catástrofe aunque, una vez en nómina de la aerolínea, siguió visitando a diferentes médicos porque decía ver los objetos "entre un 30 y un 35 % más oscuros" de lo normal.
Uno de los doctores que le examinó poco antes del siniestro lo encontró "abatido, inseguro, tenso y centrado en su enfermedad" y concluyó que su "inestabilidad" le hacía "no apto para volar", aunque la información no llegó a la aerolínea porque no es obligatorio para el médico.
Esa información nunca llegó a los supervisores aéreos o de Germanwings, agregó Robin, quien reconoció la dificultad de "conciliar, de un lado, el secreto médico y, de otro, la información sobre un asalariado que es piloto de avión". El fiscal añadió que aún no tiene los resultados toxicológicos del cadáver de Lubitz, en cuyo domicilio se encontraron restos de antidepresivos y medicamentos contra el insomnio. Los investigadores también descubrieron que el copiloto había buscado en internet información sobre cómo suicidarse, sobre medicamentos o sobre cómo encerrarse en la cabina.
Según Robin, sus padres, que vivían con él, podían haberse percatado de que sufría problemas mentales. El fiscal también ofreció detalles sobre la repatriación de los cadáveres, después de que Alemania recibiera esta semana los cuerpos de 44 víctimas.