Sábanas con manchas de sangre y restos de fluidos, uniformes sucios y toallas hechas jirones. Así, denuncian los sanitarios, les llega la ropa de la lavandería central. “Nos llega con manchas de sangre y con malos olores” denuncia Mª Ángeles Martín, delegada de riesgos laborales del Hospital Clínico San Carlos. “Tanto que a veces les ponen esparadrapo para tapar los rotos” dice Mar Coloma, una de las enfermeras del Ramón y Cajal.
Algo que nos confirman los trabajadores de la lavandería que, aseguran, desde que se privatizó el servicio ha disminuido la calidad pero desde la empresa que la gestiona lo niegan: “Toda la ropa pasa por un proceso de lavado, a 80 grados de temperatura, no puede haber manchas”. Conocemos sus instalaciones y, aparentemente todo está limpio, aunque algunos trabajadores aseguran que solo es por nuestra visita.
Para demostrarlo nos enseñan unos videos en los que la ropa se amonta sin control. Es la prueba, aseguran, de la falta de higiene y la consecuencia de la privatización. La Consejería de Sanidad asegura que la lavandería revisa el 100% del material pero algunos colectivos médicos van más allá y se plantean poner una demanda contra los hospitales por el, dicen el pésimo estado en el que les llega la ropa.
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