En los últimos meses los reponedores de supermercado han tenido menos quehaceres en la sección del aceite de oliva, coincidiendo con que sus precios han iniciado una escalada meteórica. Lo ha confirmado el Ministerio de Agricultura, que apunta que desde que empezó la campaña el pasado octubre, y con datos hasta febrero, la compra del 'oro ibérico' se ha desplomado un 31% con respecto a los mismos meses del año pasado.

Aquí no hablamos de guerra en Ucrania, o no solo de eso, sino que también tiene que ver con la escasa cosecha de este año, que a su vez está ha menguado por culpa de la sequíay de las temperaturas anómalas.

La agitación de los precios deja secuelas en los bolsillos y no hay mejor ejercicio para constatarlo que darse una vuelta por el pasillo de los aceites: la botella del de oliva de marca blanca ronda los cinco euros y si nos vamos a los virgen o virgen extra, y de marca, es casi imposible encontrarlo por debajo de los siete euros.

Los precios en origen, a los que venden los agricultores, son muy sensibles en este sector cuanto hay un pico de demanda o una reducción de existencias, como pasó durante la primavera de 2021. Justo en aquel momento se incrementaron un 50% hasta los 300 euros por 100 kilos, según el boletín de precios de Agricultura. Los precios se mantuvieron a ese nivel hasta el pasado verano, en 2022, cuando empezaron a escalar hasta ahora, porque no han parado.

Un precio que no para desde hace dos años

Que los precios en origen se incrementen en un producto agrícola elaborado y tan consumido suele traducirse rápidamente en la cesta de la compra. Según el IPC, desde marzo de 2021 hasta este pasado mes, en dos años, el precio para el consumidor final del aceite de oliva se ha incrementado un 75%, casi se ha doblado. Como puede resultar obvio, está en su precio histórico más alto y de momento la curva no parece que se haya doblegado.

La falta de producción ha dado la puntilla a la tormenta perfecta de incremento de costes agrícolas y energéticos. La agonía podría seguir alargándose, ya que los sindicatos agrarios apuntan a que la sequía actual, además de las altas y anómalas temperaturas, ya están condicionando la cosecha que empezará a recogerse en octubre.

Las exportaciones también caen

La sequía y los tímidos volumen de producción están condicionando las cosechas de toda Europa, por lo que, aunque el sector del aceite de oliva español no pierda competitividad, el consumidor internacional sí que parece que está renunciando a él, como también hace el nacional. Según el Ministerio de Agricultura, con los mismos datos desde octubre hasta ahora, las exportaciones han caído un 20% con respecto a los mismos meses del año 2022.