"Hemos dicho 500.000 euros en una empresa que tenía declarado el cese de la actividad y no tenía ningún tipo de venta. Esto, simplemente, era retirar masa para no pagar a los trabajadores", afirma Goyo Martín, portavoz de los trabajadores de Marsans.

Sólo 15 días después de la firma de ese contrato, Marsans presenta un concurso de acreedores, y a Iván Losada le dura su cargo menos de un año.

Los administradores nombrados por el juez le despiden en enero de 2011 a través de una carta, por torpedear su labor. Pero Iván Losada se defiende: "No conforme con las manifestaciones que se contienen en el presente escrito y, en especial, con aquellas que hacen referencia a la falta de diligencia en el desempeño de mi cargo y de colaboración con la Administración Concursal".

Pero lo más curioso es que el cómplice de todo tipo de maniobras irregulares amenaza con hacer uso de la Justicia: "Asimismo me reservo el derecho de ejercer cuantas acciones legales me asistan".

Ese contrato millonario muestra que a Ángel de Cabo le pudo la ambición. Se hizo dueño de empresas muy golosas, pero con acreedores poderosos. En palabras del periodista Víctor Romero: "Llega un momento en que el límite se desborda. Cuando coges grandes bocados, cuando la ambición te puede, en este caso ha superado todos los límites y le han pillado". De Cabo dio, en poco tiempo, saltos tan altos como sospechosos.