Las pensiones de nuestros mayores y los subsidios de nuestros desempleados han sido siempre las niñas bonitas del presupuesto español, o lo eran hasta la llegada de un nuevo actor.

Históricamente, las mayores partidas del presupuesto se las merendaban entre las pensiones y los subsidios de desempleo, pero la entrada en el banquete de un invitado cada vez más voraz, la deuda, ha invertido los papeles. El pago de los intereses ya se coloca en el segundo escalón del podio del gasto.

Y a base de recurrir a esta solución, cada vez estamos más endeudados, rozando ya el 100% del PIB. El Gobierno se aferra a que pedir prestado nos sale ahora más barato, con el relajamiento de los mercados.

Pero lo que es inevitable mirar es cómo ha subido el gasto de nuestro país en el pago de la deuda. Los ahorros no mejoran un futuro que pinta todavía negro. La deuda seguirá estrangulándonos, por mucho que fantasee el ministro Montoro. El pago que quiere borrar de un plumazo seguirá mediatizando nuestro presupuesto en los próximos años.