La inflación volvió a subir en julio hasta situarse en el 10,8% en tasa anual, por el alza de alimentos y bebidas y de la electricidad, marcando su nivel más alto desde septiembre de 1984, según el indicador adelantado publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

De confirmarse este dato el próximo 12 de agosto, supondría un aumento de la inflación de seis décimas en su tasa anual, ya que en el mes de junio esta variación fue del 10,2%. Esta evolución se ha debido, además de al encarecimiento de los alimentos y bebidas no alcohólicas y de la electricidad (que se abarató hace un año), a las menores rebajas de vestido y calzado, y todo ello pese al descenso de los precios de los carburantes.

Desde el Ministerio de Asuntos Económicos, aseguran que la inflación es un fenómeno global y una de las principales consecuencias de las tensiones geopolíticas que están produciendo un incremento continuado de los precios de la energía, especialmente del gas, y también de los alimentos.

El PIB aceleró su avance en el segundo trimestre

Mientras, la economía española creció el 1,1% entre abril y junio, impulsada por el rebote del consumo de los hogares en un contexto de inflación elevada por el impacto de la guerra en Ucrania, de acuerdo con el avance de contabilidad nacional publicado por el INE.

El crecimiento se ha acelerado 0,9 puntos respecto al primer trimestre del año, en el que la sexta ola de COVID-19 y la invasión de Ucrania provocó una contracción del consumo de las familias que frenó en seco el avance del PIB (0,2%). En el segundo trimestre el consumo de los hogares ha crecido un 3,2%, mientras que la inversión empresarial -hasta ahora más resistente- ha caído un 2,3% y la inversión en vivienda, edificación y construcción ha repuntado notablemente, con un incremento del 7,8%.

Unos datos que desde el ministerio creen que ponen de manifiesto la solidez de la economía española en un contexto marcado por la incertidumbre por la guerra de Rusia en Ucrania y las consecuencias económicas globales, así como la eficacia de las medidas de política económica para reducir los efectos de la inflación y sostener las rentas de las familias y el tejido productivo, y los efectos positivos del Plan de Recuperación para mantener el dinamismo de las inversiones.