"Hace tres años estaba repartiendo pizzas", cuenta Carlos. Un día, encontró la motivación que cambió su futuro. De ser 'un poco pieza', como él dice, pasó a tener un trabajo que le gusta, con contrato indefinido, con un buen sueldo y con responsabilidades.

Ahora es responsable de sala de Barbillón Oyster, pero todo empezó en la escuela Simone Ortega de Móstoles (Madrid). Allí, gracias a la Fundación Mahou San Miguel, muchos jóvenes forman parte de un programa que busca reducir el paro juvenil y de darle a estos chavales una oportunidad.

Se les selecciona, se busca a aquellos con más ganas y también a quienes, por su contexto, podrían tener más difícil salir adelante sin esta formación.

De momento, nuestros futuros profesionales de hostelería están contentos. Les queda por delante casi un año de clases, un año de prácticas y después, lo que ellos quieran.