Salir de trabajar a las siete, las ocho o las nueve de la noche se ha convertido en un hábito típico de España. "Son jornadas largas que sabemos que van a alargarse, lo que hace que extendamos el trabajo a un ritmo más lento", ha explicado Miriam Aguado, directora en People Matters. Este hábito provoca un efecto dominó: retrasar el ocio o el deporte vespertino, las horas con la familia y, en ultima instancia, la cena y la hora de acostarse.

Así era hasta que aparecieron el toque de queda y las restricciones. "La vida ha cambiado y ha habido un ajuste en los horarios por una situación desgraciada", ha apuntado José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional de Racionalización de Horarios (ARHOE). Por ello, de forma forzosa, nuestros horarios han acabado pareciéndose a los de nuestros vecinos del norte de Europa.

"Son modelos a los que nos gustaría parecernos: ser capaces de hacer jornadas intensivas en algunas épocas del año, que va acorde con el sistema económico", ha añadido José Luis Casero Una economía de servicios hace imposible un horario de oficina para todos, pero un inicio es que lo tengan una parte. "Para que en hostelería y comercio concilien, muchos tenemos que adelantar horarios", ha manifestado el presidente de ARHOE.

Para garantizar la conciliación hacen falta más ayudas, como por ejemplo incentivos a la conciliación o protocolos desarrollados de teletrabajo. "Es una labor más de cambio, de incorporación de tecnologías y de trabajar por objetivos", ha considerado Miriam Aguado. La ruptura con la antigua rutina ha tenido un coste, como las que ha descrito en laSexta la psicóloga clínica Consuelo Tomás: "Hay ansiedad, obsesiones, problemas de ánimo que dificultan la vuelta a la normalidad".

Puede ser buen momento de retomar el debate sobre el cambio de hora. Lo tendremos hacer en unas semanas de nuevo: de decidir quedarnos en el invierno, sería más fácil adelantar nuestros hábitos. Se trata de decidir, en definitiva, cómo gastar nuestro bien más preciado: el tiempo.