Josefina abandona como puede, apoyada en sus muletas, la que ha sido su casa durante más de 50 años. Demasiados recuerdos, mucha vida en esta finca. A la hora prevista, a las 12:15, se producía el desalojo, con 22 agentes de la Guardia Civil como testigos. Sin gritos ni resistencia, lo que cabía esperar de dos octogenarios con dos hijos dependientes a su cargo. "Con 82 años que tengo, ¿A dónde voy? Ha sido mi vida", nos fuenta Francisco.
Este hombre lleva aún más, desde los siete años. Ha vivido y trabajado haciendo tejas aquí, junto a su padre. Pero, a su muerte, les ofrecieron comprar la finca y la casa. Pagaron 200.000 pesetas en un contrato privado de compra, más un alquiler anual. Se fiaron.
En realidad, ese contrato nunca tuvo validez. La que creyeron propietaria y les vendió la finca no podía hacerlo, porque sólo tenía el usufructo. Así que en 2003, los verdaderos propietarios la reclamaron y la Justicia les ha dado la razón. 11 años de pleitos y de lucha que acaban hoy. "Apelo a la humanidad. Son dos personas que llevan toda la vida viviendo ahí", ha pedido Mercedes Urraca, abogada de la familia Valdés.
Aunque pidieron renovar el alquiler y poder quedarse hasta que Francisco muera, los propietarios no han querido negociar. Mientras las máquinas comenzaban a derribar los sueños y vivencias de más de 50 años, ellos aún no saben ni dónde van a dormir esta noche.
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