La idea de la movilidad compartida es sencilla: vehículos siempre disponibles, repartidos por toda la ciudad, 24 horas, 365 días al año. Un servicio que sería imposible sin la ayuda de la tecnología.

En este caso, las motos cuentan con más de 30 sensores: "Las motos están monotorizadas al 100%, las 24 horas del día. Con ese sistema, nosotros sabemos exactamente qué le pasa a la moto. Si tenemos que hacer una actuación de cambio de baterías, si alguien la ha movido", explica Iván Contreras, confundador de Muving.

Esta digitalización facilita el trabajo, reduce costes y hasta permite conocer la cantidad de CO2 que se ha emitido a la atmosfera. "Por cada moto que ponemos en la calle hay vehículos que se quedan en casa, coches que se quedan en casa. Entonces estamos quitando coches a las ciudades", asegura Contreras.

De hecho, solo 3.000 motos de este tipo evitan cada año la emisión a la atmósfera de más de dos millones de toneladas de CO2.

Así son las fábricas sin cables

En estas fábricas inteligentes encontramos los llamados AGVS, los robots autónomos, que ya son compañeros habituales de los empleados. "Automatizan procesos repetitivos. Al final es transporte de carga, de peso. Y lo que queremos es que las personas estén donde realmente puedan aportar valor", explica Lorena Gil, de Asti Mobile Robotics.

Desde aquí, se diseñan y producen más de 1.000 robots autónomos al año, que se exportan ya a 17 países. Se han convertido en una pieza clave en sectores como el de la logística, la alimentación y, por supuesto, el de la automoción. Pueden interactuar con el mundo real y tomar decisiones adecuadas o evitar fallos antes de que ocurran.

Forman parte de la industria del futuro, la nueva industria conectada.