¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos en los que una muñeca era solo una muñeca y tu reloj no sabía más de tu sueño que tu compañero de colchón! Si querías grabar, usabas una videocámara y el contenido se quedaba ahí. En la cinta. Privado hasta que decidías mostrarle las vacaciones de verano a tu cuñado.
Ahora todo es interactivo, digital, inteligente, conectado… CONECTADO. Esa es la clave. Un aparato "habla" con otro, "busca" en internet, "aprende" a responderte… Algo que está bien si tomamos precauciones. Porque tienes que tener en cuenta que, cuando tus dispositivos se conectan entre sí, comparten bluetooth, Wifi… y en general, aquello para lo que están programados, si les dejas.
Y sí, seguro que tus contraseñas del banco las proteges a cal y canto pero puede ser que ese juguetito al que no le prestas atención sea la puerta de entrada a todas las claves y secretos de tu casa.
Mira. Quizá te acuerdes de Cayla, la Matahari de las muñecas nos demostró que no hace falta ser un hacker experimentado para colarse en cualquier hogar. Podía grabar las conversaciones, enviarlas… ¡Y estaba pensada para niños! ¿Imaginas que cualquiera pueda grabar lo que hacen desde cualquier parte del mundo? Lo que pasó aquí fue que su seguridad era muy baja y eso podía dar alas a personas con unos pocos conocimientos tecnológicos y muy malas ideas.
Un dispositivo con una seguridad baja facilita el acceso a toda tu red
Cayla es solo un ejemplo. Porque hoy en día hasta tu robot de cocina (ese con el que haces la tarta de tres chocolates) tiene Wifi, se conecta, descarga recetas y goza de ciertos privilegios dentro de tu red.
¿Qué riesgos concretos corres?
1. Puedes perder datos personales: contraseñas, fotos, archivos…
2. Incluso… ¿Te imaginas que tus aparatos electrónicos te hablan? ¿Tu cámara, por ejemplo? El susto puede ser de infarto. Pues a veces pasa. Mira esto.
3. Suplantación. En el peor de los casos podrían hacerse pasar por alguien a quien conoces con fines no muy transparentes.
¿Y entonces qué? ¿Jugamos con peonzas y pelotas de trapo? No se trata de meterte miedo. La tecnología es útil y en el caso de juguetes y gadgets puede ser muy divertida. Además, los procesos de fabricación incorporan cada vez más medidas de seguridad. Pero lo suyo es que tú en casa tomes ciertas precauciones muy básicas.
- Cambia las contraseñas de fábrica. Parece una bobada, pero si todos los juguetes de tal o cual modelo vienen por defecto con la contraseña 1234, cualquiera puede entrar en tu sistema sin estrujarse los sesos.
- Lee. Una y mil veces será mi consejo. LEE LOS PERMISOS QUE DAS. Puede ser que a ese dron tan chulo que te han traído los Reyes le estés dejando grabarte y distribuir las imágenes online. No es lo habitual pero, a veces, algunas app piden tanto que no compensa.
- Mantén actualizado tu sistema y las app que utilices. SIEMPRE. Para todo. Piensa que es la manera de los fabricantes de arreglar posibles fallos y no solo de seguridad.
- Puede ser que tu dispositivo almacene por defecto mensajes y datos. Bórralos de forma periódica.
- Cuando no uses el juguete, apágalo. Es una buena manera de asegurarte de que solo escucha cuando tú quieres.
Si no sabes, pregunta. La tecnología nos atropella. Avanza imparable y a veces no somos capaces de lidiar con ella. En España tenemos el INCIBE: Instituto de Ciberseguridad. A través de su web puedes encontrar muchas guías. Si lo prefieres, hay un teléfono: 017. Funciona de 9 a 21 horas todos los días del año.
Apaga el juguete o gadget cuando no lo estés usando
Si te quedas con ganas de aprender más, te dejo una guía. Sí, también es del INCIBE, que tiene todo un departamento dedicado a crear un entorno seguro en la web para los menores. Fíjate si es importante el tema.
Oye, por cierto, ¿te ha dicho ya tu báscula inteligente que después de las fiestas te ve más gordo? La mía lo hace y para callarla no sé bien qué aconsejarte...
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