En los llamados supermercados cooperativos, por una cuota anual puedes comprar productos de calidad por un precio mucho más bajo de lo habitual. A cambio, te comprometes a trabajar tres horas al mes en el supermercado, reponiendo estanterías o atendiendo a los clientes.

En Nueva York, el supermercado que más factura es precisamente de esta modalidad: en un metro cuadrado factura 10 veces lo que un supermercado normal. El 70% de sus trabajadores son voluntarios, que un día pasan por caja como clientes y al otro les toca, por ejemplo, reponer las estanterías.

A su vez son propietarios: 17.000 socios que gestionan y deciden sobre los productos que se ofrecen en esta superficie, que vende 70 veces su stock, una cifra muy por encima de la media. Su secreto son los productos de calidad a precios bajos.

La fórmula ya ha echado raíces en España, con establecimientos como 'El Rodal', que abrió hace un año en Sabadell. Todos sus alimentos son agroecológicos y buscan la sostenibilidad, además de reducir la huella ecológica con un consumo responsable.

Uno de sus socios, Carles Sedó, indica que se trata de consumir "con el ritmo que marca la tierra", atendiendo a qué productos están de temporada, para así "dar futuro y estabilidad al campo". En este sentido, también tratan de reducir residuos y plásticos.

Ya hay más de una veintena de comercios de este tipo en nuestro país y en Madrid trabajan en la apertura de otros tres. Para formar parte del proyecto, los socios solo tienen que aportar una cuota inicial de unos 100 euros, así como comprometerse a tres horas de trabajo al mes.

Estas iniciativas pretenden remover los cimientos del modelo de consumo, como explica el fundador de 'Supercoop', Pablo García, que indica que, como aquí son los consumidores quienes toman las decisiones en las relaciones con distribuidores y productores, así se obtienen mejores condiciones para todos por los productos.

En 'La Ortiga' llevan ya 26 años llevan trabajando con este concepto y buscando el equilibro en los precios para evitar que el productor se vea "asfixiado" y que el consumidor acabe pagando un precio excesivo. Así, forman una comunidad consciente de que el futuro del planeta está en nuestras manos.