Para comprobar cómo funciona el regadío más eficiente de España, hay que viajar hasta Humilladero, en Málaga. En este pequeño municipio de apenas 3.000 habitantes, una pareja ha montado una plantación de 5.500 pitayas, repartidas en 8.000 metros cuadrados de plástico. Sus hojas cuelgan a más de metro y medio del suelo y sus frutos podrían ser de los más mimados de la península. No por nada, todo lo que piden, el invernadero se lo da.

"Las sondas nos dan todos los datos y en función de ellos, vamos manejando los riegos y nutrientes de la planta" nos cuenta Paco Sanzo, su director, mientras nos muestra la sala de máquinas donde tiene lugar toda la magia. Mientras un cultivo de estas características precisaría un mínimo de 750 metros cúbicos por hectárea y año, ellos solo necesitan 240, ya que "toda la que no absorbe la planta, se va recuperando", dice Ana Pérez, gerente de Mochana Green.

No solo usan menos agua para el riego, sino que aportan más al acuífero de la que utilizan. La infraestructura cuenta con un sistema de canalización para recoger todo el agua de lluvia. A través de sus canales, aportan según Ana, una media de 2.400 metros cúbicos de agua anuales al acuífero. "Y nosotros, solo usamos 240", recalca.

"Absolutamente todo controlado"

Para Antonio Quirós, socio de Mochana Green, consiguen más producción y de mejor calidad con menos tierra, menos nutrientes y "fundamentalmente, menos agua". Algo imprescindible, nos cuenta, para una potencia agrícola que está perdiendo su agua y su calidad del suelo.

Según un estudio de Caixabank Research, mientras la superficie en España se mantuvo en 2022, los rendimientos agrícolas cayeron a mínimos: el olivar (-48%) se llevó la peor parte, seguido de los frutales (-24%) y los cereales (-24%), leguminosas (-19%), hortalizas (-15%), cítricos (-11%) y tubérculos (-7%). De ahí que desde esta producción insistan en la necesidad de modernizar urgentemente nuestra agricultura. Aunque reconocen, muy costosa, ya que "requiere inversiones, de todo el tema de agrotech, de la tecnología aplicada a la agricultura, pero pensamos que es necesario", según Antonio.

Cada metro cuadrado de este invernadero ha costado una media de 100 euros, nos asegura Ana, aunque espera que la producción les de la posibilidad de "recuperar esa inversión a corto o medio plazo". A pesar de ello, piden a las Administraciones Públicas una mayor concienciación y más inversión en el sector.

Riegos antes de lo previsto

En Sieteiglesias de Tormes, Salamanca, las lluvias de estos días han sido un rayo de esperanza para los agricultores de maíz asentados en la zona. Sin embargo, para Fernando Corroniero, miembro de la Junta de Regantes de la Comunidad del Canal de la Maya, es "una espada de doble de filo", puesto que el agua ha humedecido y compactado el terreno, con las plantas aún en plena nascencia. Al endurecerse la superficie del suelo, nos enseña, "las plantas se enroscan bajo la corteza y acaban muriéndose". La causa de esto es que la tierra estaba demasiado seca cuando se comenzó a regar, o a llover.

Fernando califica este año de "total y absolutamente anormal". Porque según él, nunca antes había tenido que empezar a regar "desde el minuto uno de la siembra", dice, "y eso nos está conllevando un gasto importante de agua". Su asignación alcanza los 6.000 metros cúbicos de agua por hectárea. Cantidad que tiene que distribuir en sus plantaciones, "desde la siembra hasta el final del ciclo". El problema radica en que han tenido que empezar a usarla mucho antes de lo previsto.

Los agricultores cuentan con una concesión acordada por la Confederación Hidrográfica que gestiona los embalses y presas de donde obtienen el agua. Una "espada de Damocles" para él, dice, porque "por cosas que son ajenas al control y a la asignación de agua que nosotros tengamos, podemos ver una reducción de esa dotación que afecte a que nuestros cultivos puedan llegar a fin".

El agua que utiliza toda su comunidad sale de una estación de bombeo en la orilla del río Tormes, a pocos kilómetros de sus tierras. Posee un almacenamiento que, para esta época, debería rondar los tres metros de altura. Sin embargo, tal y como nos muestra Fernando, este año se encuentra sobre los 2,71 metros. La razón no es directamente la sequía (la cuenca del Duero se encuentra al 64,39% de su capacidad), sino la previsión por lo que pueda pasar, "dado que se está haciendo una economía máxima en el agua que se desembalsa".

Aun así, ellos son conscientes del agua que utilizan para sus cultivos. Aseguran que apenas supone el 1,6% del total de agua embalsada. Se debe, según ellos, a la modernización que han implantado en sus regadíos durante la última década.

De las acequias a los aspersores

"Antes aquí se regaba por un canal mayor que alimentaba una serie de acequias secundarias y se regaba por gravedad", nos cuenta Fernando. Ahora, pasto de la vegetación salvaje, sirven en muchos casos como lindes entre parcela y parcela. A partir de 2016, dice, la situación cambia radicalmente. Ahora cuentan con tomas individuales con sus contadores y unos turnos muy estrictos de riego. "No hay posibilidad de malgastar el agua porque tú tienes un agua tasada y es la que puedes usar", asegura.

Una inversión como "si volvieses a comprar el terreno", que han tenido que acometer los propios regantes para que su negocio siga siendo rentable. Temen que ahora, con la sequía, "lo que se vendía como una solución, como el futuro del campo, acabe siendo una merma para la economía". Por eso, Fernando considera "imprescindible que se asegure que haya dotación de agua, que haya suficiente capacidad de embalsado de agua".