Rafa Nadal no entiende de nueva normalidad. Su normalidad, sobre todo en la tierra de París, sigue siendo la de la última década: ganar. El español ya está en la final de Roland Garros un año más. Y ya van trece finales. 28 en total si se miran todos los Grand Slams, a tres de Roger Federer, que ostenta el récord absoluto.

Derrotó al argentino Diego Schwartzman en tres sets, arrollando, como (casi) siempre. Su verdugo en el Masters 1000 de Roma no tuvo ninguna posibilidad en esta ocasión, ante un Nadal embravecido.

Solo titubeó en una ocasión el número 2 del mundo. Fue en el tercer set. Schwartzman logró un break para aportar algo de igualdad al partido. Y alargó el set, convirtiéndolo por momentos en una batalla épica de derechas profundas.

Pero Nadal es mucho Nadal. Mantuvo la cabeza fría y resistió el empuje de su adversario. Un undécimo juego épico. Y todo quedaba decidido en un tie-break perfecto (7-0).

El argentino, desesperado ante la fortaleza de su rival, entregó el partido, consciente de la eterna tiranía de Nadal sobre la tierra parisina. 6-3, 6-3 y 7-6 fue el contundente resultado final.

Las circunstancias no le han condicionado. Ni la pista vacía ni el frío ni las polémicas y novedosas bolas. Ya advirtió su entrenador, Carlos Moyà, en la previa: "Se adapta a cualquier circunstancia".

Se la jugará el domingo ante el vencedor del Novak Djokovic - Stéfanos Tsitsipás en un Roland Garros atípico, sin apenas público en la Philippe Chatrier. Y ya saben, Nadal no entiende de nueva normalidad. La suya, en Roland Garros, siempre es ganar.