José Manuel Urtain, dio su último suspiro hace 25 años, cuando un 21 de julio de 1992 se arrojó por la ventana de su piso ubicado en la madrileña calle Fermín Caballero para acabar con una vida en la que saboreó el cielo con el boxeo para después descender al infierno.
Urtain fue una figura. Conquistó por primera vez el título de campeón de Europa de los pesos pesados en abril de 1970 tras ganar en el Palacio de los Deportes de Madrid al alemán Peter Weiland y defendió su corona con éxito el mismo año ante Jurgen Blin. La perdió en noviembre de 1970 en Londres frente a Henry Cooper; en 1971 recuperó el campeonato tras vencer a Jack Bodell; y a mediados de 1972 perdería definitivamente el título tras perder contra Jurgen Blin en Madrid.
Ese es el resumen más conciso de una carrera que se alargó hasta 1977, año en el que tiró la toalla después de casi una década de combates que le convirtieron en una de las personalidades más importantes de España, a la altura de celebridades del país. Su imagen estaba a la altura de toreros, futbolistas y folclóricas de la época. Urtain, marcó una época. Pero la historia de uno de los mejores boxeadores de la historia de España fue atípica. No es la historia de un chaval que quiere ser boxeador desde pequeño y pronto se prepara para ello.
Urtain, un 'capricho' de Franco
No. Urtain prácticamente fue un capricho del dictador Francisco Franco, que soñaba con ver a un nuevo Paulino Uzcudun, aquel famoso peso pesado anterior a la Guerra Civil (1936-1939). Su médico de cabecera, Vicente Gil, era el presidente de la Federación Española de Boxeo. Los comentarios insistentes de Franco sobre la necesidad de encontrar a otro Uzcundun, como cuenta el periodista Alfredo Relaño en uno de sus capítulos de "Memorias en Blanco y Negro", fueron tomados por Gil como una orden.
Y, ante esa "orden", Gil mandó un enviado especial, Miguel Almanzor, a encontrar a un boxeador escondido en la península. Decidió apostar por la fortaleza vasca, por un levantador de piedras al que enseñar la técnica del boxeo y convertirle en campeón. Y su primera elección no fue Urtain, fue José Antonio Lopetegui, padre del actual seleccionador nacional de fútbol, que rechazó la oferta. Prefirió quedarse en el País Vasco con su sidrería.
Urtain no dijo que no. No rechazó la oferta. Hasta la llegada de Almanzor, vivía en Cestona, en el caserío de Urtain, de donde procedía su apodo y donde convivía con sus 9 hermanos. Allí practicaba el levantamiento de piedras y el arrastre de piedras por bueyes. Era un auténtico forzudo, llegó a levantar 250 kilos. Sus gestas no pasaron desapercibidas y entre Almanzor y el empresario José Lizarazu, crearon a un auténtico monstruo del boxeo. José Manuel Urtain debutó el 24 de julio de 1968 en Santander frente al local Johny Rodri.
El combate duró 17 segundos, los que necesitó para tumbar a su rival. Ese día, inició un récord de 27 asaltos consecutivos ganados por KO ante contrincantes que muchos pusieron en entredicho por su nivel. Sin embargo, en 1970 derrotó a Weiland, también por KO y se adueñó del campeonato de Europa de los pesos pesados. Fue su contestación a las críticas y a las dudas. Su triunfo, un acontecimiento en España, calló muchas bocas y le sirvió para auparse al olimpo de los grandes boxeadores que ha dado la historia del país.
En 1977 optó por última vez al título europeo
Después, siguieron los combates narrados en anteriores líneas relacionados con el título europeo, al que optó por última vez en 1977 en un combate celebrado en Amberes ante el campeón belga Jean Pierre Coopman. Ese fue su última pelea. La perdió por KO y nunca más volvió a subirse a un cuadrilátero. Ese fue el final a una década en la que el "Morrosko de Cestona" triunfó, ganó dinero y se hizo famoso después de 68 peleas de las que ganó 53, perdió 11 y empató 4.
Cuando colgó los guantes, Urtain probó suerte con la lucha libre y trabajó en uno de los restaurantes de su hermano Eusebio. Ese contacto con la hostelería provocó que pusiera su propio negocio. No fue bien, acumuló deudas y se dio a la bebida. Su esposa e hijos, abandonaron al boxeador, que, finalmente, decidió quitarse la vida un día de verano de 1992. Urtain se tiró desde un décimo piso y dejó un gran vacío en el mundo del boxeo.
Fue un icono de su época. Llegó a protagonizar una serie de anuncios de brandy; durante años el plato combinado formado por filete, huevos y patatas fritas se llamó Urtain. El director Manuel Summers hizo una película-documental sobre su vida ("Urtain, el rey de la selva... o así"); en 2004 Juan Bas público la obra "La cuenta atrás", basada en la biografía de Urtain; en 2008, se estrenó la obra de teatro "Urtain", basada en su vida; y en 2011, esa misma obra fue grabada para la televisión. Más de dos décadas después de su muerte, la figura de Urtain no se ha olvidado.
Un campeón del boxeo
Aquel muchacho que salió de su tierra por una orden indirecta de Franco, tocó el cielo con su fortaleza, su empeño y su carisma. Fue un grande del boxeo que, golpe a golpe, se ganó una fama merecida. Sin embargo, hace 25 años, otro tipo de golpes acabaron con Urtain, que decidió desaparecer lanzándose por una ventana. Fue el triste final para un campeón que, olvidado en su época más complicada, siempre será recordado.
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