Fernando Alonso lo ha dicho muchas veces. Sí, los sábados cuentan, pero lo que cuenta de verdad son los domingos. Alpine lo sabe, pues en clasificación destacan pero en carrera destacan menos. Sin embargo, el asturiano volvió a sacar su mejor repertorio de trucos de magia en el GP de España para cambiar la desesperanza por un resultado en el que, por fin, ha vuelto a sumar puntos en el Mundial de Fórmula 1.

No era fácil. Claro que no. Porque si fuera fácil cualquiera podría, pero lo que hace Fernando Alonso está al alcance de muy pocos. Eliminado en Q1, y penalizado por cambiar motor, el bicampeón del mundo con Renault comenzó en la última plaza en un asfalto en el que adelantar es complicado.

En una vuelta ya había dejado atrás a cinco coches. Cinco rivales menos por delante. Ya era 15º. En esas, Hamilton y Magnussen jugaron a los coches de choque. Otras dos posiciones. Sí, tocaba seguir.

Mientras, en pista, una buena lucha con pilotos como Sebastian Vettel en un duelo entre campeones del mundo. Salió ganando Alonso y, de repente, era Carlos Sainz el piloto que tenía justo delante. De repente, Fernando se había metido de lleno en la lucha por los puntos.

En la pelea por salir con una sonrisa del GP de España. Estaba décimo, noveno, octavo... Todo dependía de las paradas. De unas buenas paradas. Fallaron. Otra vez. Peleaba con Norris, con un maltrecho Lando Norris, pero sus seis segundos cambiando neumáticos declararon el combate como nulo, porque directamente ni hubo combate.

Tras su última parada era décimo, pero por delante de él pilotos más lentos y con más vueltas de neumáticos. El resultado, noveno puesto y dos puntos.

Dos puntos más para él y, por fin, una carrera en la que pareció tener ritmo. Tanto él como Ocon, que concluyó también entre los diez primeros sumando para Alpine.