Menuda batalla tuvo Fernando Alonsoen Japón. En la clasificación de Japón. No, no fue contra Max Verstappen. No, tampoco fue con los McLaren o con los Ferrari. Su pelea fue más... cercana. Más personal. Más sólo para él. Porque su lucha, su gran 'combate' en Suzuka,fue con su Aston Martin. Fue con su propio coche.

Fue con un monoplaza nervioso, que no dejaba de irse de atrás en cada curva incluso yendo a no demasiada velocidad. Que, en esos giros en los que era, y se notaba, un coche fácil de conducir ahora resulta ser todo lo contrario.

Que afecta, lógicamente, a un tiempo por vuelta que ha pasado de ser el mejor tras Red Bulla tener problemas contra los AlphaTauri. En Suzuka, lo que hizo Alonso en Q3 fue un espectáculo.

A Q3 por 43 milésimas

Y casi ni entra, porque se quedó a 43 milésimas de caer en Q2. Pero sí, entró. Llegó de nuevo a estar entre los mejores mientras Lance Strollse bajaba del coche a las primeras de cambio. Al final se vio el motivo.

Porque el coche, que ya en Singapur dejó claro Alonso que era "inconducible", volvió a no ser precisamente un monoplaza que fuese sobre raíles en Suzuka. Esta vez con todo en orden, el AMR23 se comportó de una manera totalmente impredecible en la pista.

Se notaba. En cada curva perdía tiempo. No dejaba de haber contravolantes, correcciones. Trallazos desde atrás. Fuese como fuese. En la velocidad o marcha que corriese. El Aston Martin se resistía.

Lo de las enlazadas fue...

En las enlazadas era un espectáculo. Uno malo por el coche, y bueno por un Alonso que era capaz de, aún no se sabe cómo, mantener al coche en pista y vivo en la tabla de tiempos.

Y llegaba con menor velocidad punta a las zonas clave de la pista. Así, complicado. Complicado en clasificación, y complicado en carrera.

Los tiempos de los podios, y de pensar en las victorias, se han terminado.