Lágrimas de la eterna sonrisa de la F1 tras la carrera de Mónaco. Lágrimas, eso sí, de alegría. De felicidad. De quien sabe que ha logrado una auténtica hazaña con no pocos factores en su contra. Y es que así ganó Ricciardo en el Principado. Sufriendo. Luchando contra Vettel, contra Hamilton y contra los problemas de su Red Bull. Así saboreó Daniel su triunfo. Así degustó, de nuevo de su bota, el sabor de la victoria en el podio monegasco.

Porque si la clasificación es el 99% del fin de semana de Mónaco, a Ricciardo casi se le atraganta el 1% restante. No por él, ni porque tuviera fallo alguno en un espectacular pilotaje, sino porque su Red Bull casi dice 'basta'. De hecho parte de su potencia lo dijo, y con bastantes caballos menos, y tan solo con seis marchas, Ricciardo sudó para subirse a lo más alto del cajón del Principado.

No parecía que eso fuera a suceder, pues el oceánico expuso en la primera parte de la carrera por qué logró la pole y por qué fue tan superior. Vuelta a vuelta, Vettel se iba quedando rezagado esperando. Esperando el error, del humano o de la máquina. De cualquiera de los que hubiera en pista para un safety car. Esperando a que la estrategia le pusiera donde Mónaco y sus calles no le permitían estar.

Se acercó cuando Ricciardo tuvo problemas, pero tan solo se quedó ahí. Cerca. Segundo. Sin poder hacer nada en las estrechas, exigentes y peligrosas calles monegascas. Mucho Red Bull fue. Mucho para unos pilotos que estaban más pendientes a veces de sus neumáticos que de arriesgar e ir al cien por cien. Mucho fue para el MCL33.

Para el de Fernando Alonso, que de nuevo, y tras muchas carreras, volvió a abandonar por una avería. Por la primera avería que padece con el McLaren Renault en la presente temporada. Rodaba en puntos, y rápido, con una buena elección de goma superblandas. Pero le pasó lo que a Ricciardo, pérdida de potencia. No estaba Vettel detrás, estaba Gasly con el Toro Rosso. Con un motor Honda al que a buen seguro duele en Woking cuando le ven por delante.

Entonces, la caja de cambios dijo que hasta ahí llegaba. Hasta la vuelta 52, cuando Fernando tuvo que 'aparcar' el coche en una de las pocas escapatorias posibles en Mónaco con la neutra puesta. Se quedó sin puntos, y McLaren también. Vandoorne, con el mismo coche, se esforzaba en la parte baja de la tabla para acabar 14º.

Sainz sí tuvo el premio de los puntos. Y lo obtuvo con sufrimiento, porque su puesto de salida no fue suficiente para segurarse acabar de la forma en la que empezó. Muchos problemas para él, con los neumáticos y con Verstappen. Y con Hulkenberg, a quien Renault pidió que le dejara pasar. Lo hizo, y acabó décimo ante el empuje de Ericsson.

La próxima cita será en Canadá, en una de las pruebas más exigentes de todo el Mundial. Trabajo hay por delante, como siempre, en Woking, pero tras Mónaco ha quedado clara una cosa: este McLaren Renault no es Red Bull.