Era otro fútbol, otros tiempos y, por supuesto, las mismas reglas. Pero lo acontecido hace hoy 50 años en Buenos Aires ha sido recordado para siempre como el partido más violento de la historia.
Con dos continentes totalmente parejos en nivel y poder económico aplicado al fútbol (en contra de la diferencia abismal actual), Europa y América se jugaban la Intercontinental en manos de Milán y Estudiantes, respectivamente, en una final que viajaba a Argentina en su partido de vuelta, porque en la ida, en Milán, los locales adquirieron un 3-0 de ventaja.
A partir de ahí, en esa vuelta en La Bombonera... el fútbol se convirtió en un infierno.
Estudiantes ganó, sí, 2-1, pero acabó con tres futbolistas en la cárcel de Devoto: Alberto Poletti, Ramón Aguirre Suárez y Eduardo Luján Manera purgaron 30 días por un decreto firmado por el dictador Juan Carlos Onganía quién sabe si para limpiar la imagen de cara la exterior.
En el otro lado, Néstor Combín, argentino nacionalizado a francés y jugador del Milán, acabó el partido con la "cara rota", como reflejó 'Clarín': con la nariz y el pómulo rotos.
Una historia que la legendaria y extinta revista 'El Gráfico', definió así: "Aguirre Suárez le rompió el ojo de un codazo a Combín. Poletti le tiró un pelotazo a Prati después del gol de Gianni Rivera y al final del partido intentó agredir a Lodetti. Manera se fue expulsado por aplicarle una piña a Rivera".
Otros tiempos, al fin y al cabo, y una Copa Intercontinental que el Milán salvó en el purgatorio.