Día 8 de diciembre de 1998: el Atlético de Madrid se enfrenta a la Real Sociedad. La vida de Aitor Zabaleta, aficionado de la Real, se ve truncada antes de entrar al estadio.

Tras una discusión en un bar, un ultra del Frente Atlético le apuñala en los alrededores del Vicente Calderón y muere pocas horas después con solo 28 años. Su asesino, Ricardo Guerra, fue condenado a 17 años de prisión, pero todavía no han indemnizado a su familia.

Para evitar casos como este, algunos equipos comenzaron a prohibir la entrada de los grupos ultras en sus estadios.

En 2005, los Boixos Nois no eran bienvenidos en el Camp Nou y el Real Madrid eliminó de sus gradas a los Ultra Sur en 2013.

"Los grupos ultras utilizan el fútbol como excusa. Son pequeñas organizaciones de tipo delicuencial que se financian a través del fútbol, pero en realidad reivindican extremismos políticos", ha afirmado Serafín Giraldo, portavoz de la Unión Federal de Policía (UFP).

A pesar de que su presencia va disminuyendo en algunos campos, hay muchos que continúan activos. Según la Comisión Estatal contra la Violencia en el Deporte, una docena de ellos acuden cada fin de semana a los estadios.

Entre ellos, los Biris Norte del Sevilla o el Frente Atlético. Precisamente, ellos se vieron envueltos en la última muerte de un aficionado asesinado por radicales antes de un partido de fútbol. En 2014, Jimmy falleció en una reyerta con ultras del Frente Atlético.

Un aficinado del Depor de 43 años y perteneciente a los también radicales Riazor Blues, murió a consecuencia de los golpes recibidos en una pelea entre ultras de ambos equipos. Su caso, a diferencia del de Zabaleta, acabó archivado y sin culpables.