De la Roma, pasando por el Liverpool… hasta el Bayern Munich. Tres goleadas para decir adiós a la Champions League. El Barça no levanta cabeza en una competición que no gana desde 2015 y que ha levantado en sólo una ocasión en los últimos nueve años.

Esta vez fue a partido único y no con una humillación en la vuelta como en ediciones anteriores, pero el cuadro culé volvió a evaporarse en Europa. Estático, impotente viendo cómo Ter Stegen recogía una y otra vez la pelota de su propia portería. Hasta ocho veces. Una humillación brutal.

Ni el gol de Alaba en propia puerta animó al Barcelona. Sin el control, la gran clave que había apuntado Quique Setién en la previa, el combinado alemán fue una apisonadora. En la primera mitad anotó cuatro tantos y sólo Stegen pudo evitar que el marcador no fuera todavía más escandaloso de lo que ya era.

La victoria ante el Nápoles en el Camp Nou fue un espejismo. El Barça demostró que está a años luz de los mejores equipos de Europa. Otra temporada más. Y ya son demasiadas. Otro fracaso en Europa para un equipo que sigue buscando la identidad que perdió hace ya más de un lustro. Sólo Leo Messi dio la cara.

Thomas Muller en dos ocasiones, Ivan Perisic, Serge Gnabry, Kimmich, Lewandowski y Coutinho (dos tantos) fueron los encargados de perforar la portería culé. Setién y su segundo, Eder Sarabia, cruzaban los brazos en el banquillo. Un banquillo donde también se encontraba Antoine Griezmann, suplente por sorpresa para colocar un sistema 4-4-2 que diera más posesión al Barça. No fue así.

El Bayern, campeón de la Bundesliga, se plantó en semifinales con contundencia y con el cartel de favorito pegado en la frente. Demasiado Bayern para tan poco Barça. Messi avisó nada más perder LaLiga: "El equipo deja mucho que desear en los partidos. Dije que si seguíamos así era difícil ganar la Champions y queda claro que no nos daba para LaLiga". Y el argentino, una vez más, tuvo razón.