Si hay que buscar una diferencia entre el Leo Messi del presente y el Leo Messi del pasado, resulta sencillo acudir al gol. Cuatro tantos ha anotado, con una estadística curiosa: todos ellos han sido desde el punto de penalti.

Así lo logró, de nuevo, ante el débil Dinamo de Kiev, que asomó en el Camp Nou con una decena de bajas por el brote de coronavirus en su equipo. Algunos de ellos incluso juveniles, como el guardameta de 18 años Neshcheret.

Fue en el minuto 3, en un arranque de partido con un Barça volcado. Messi fue derribado al borde del área y el colegiado corrigió su decisión inicial de señalar falta. Fue dentro del área. Y 'La Pulga' no perdonó.

El asedio no aminoró, como si las hordas romanas acosaran al enemigo. Superiores en fuerza y número. Ansu Fati y Antoine Griezmann, ambos titulares, dispusieron de oportunidades para aumentar la ventaja. La noche parecía ir de cara, pero el Barça pecó de confianza y estuvo cerca de verse en apuros. Gerard Piqué aplicó calma con el segundo gol.

El regreso de Ter Stegen

Una hora antes del inicio la noticia saltaba con el regreso de Ter Stegen a la titularidad. Convocado por primera vez desde su lesión, partió de inicio. Ronald Koeman no se anda con migajas.

No le ha pasado factura el parón al internacional alemán. Tan decisivo como siempre, tan habilidoso como siempre. Lo demostró en su primera intervención, que no se convirtió en el sorprendente primer tanto de los ucranianos por un pelo.

Buyalskyi armó el cabezazo desde la frontal y Ter Stegen ya caía hacía un lado, pero le dio tiempo a sacar la manopla como tantas y tantas veces. Cuánto ha echado de menos el Barça a su portero. Nada pudo hacer, eso sí, en el 2-1 obra de Tsygankov.

Porque los tres puntos de los azulgranas mucho tuvieron que ver con su presencia. Nada más volver del vestuario volvió a vestirse de superhéroe para evitar que el Dinamo incluso remontara.

Las caras de Koeman

Lo que presumía ser un partido plácido, con un gran inicio del Barça, se convirtió por momentos en un miedo constante. El Dinamo dispuso de varias llegadas que desesperaron a Ronald Koeman.

En la soledad de su banquillo el holandés miraba ojiplático, como si no entendiera cómo un equipo a priori de nivel menor y con tanas bajas podría ir ganando en el Camp Nou.

Sin gritos, sin demasiados gestos ostensibles. Así es Koeman, un técnico que prefiere dejar la escenografía para la intimidad del vestuario. Su Barça acumula un pleno de victorias en esta Champions, aunque las sensaciones estén lejos de ser buenas.