El resultado. Eso es sin duda lo que más va a contar cuando llegue el final de temporada. Cuando se miren los puntos, el número de victorias obtenidas y dónde estás tras 38 partidos. Si estás donde tenías previsto, o estás en una posición mejor, tu curso será un éxito. Y si no, será un fracaso. El cómo se juegue da lo mismo, y en eso es en lo que Simeone puede basar su alegría tras el encuentro en el Coliseum. Poco fútbol, poco riesgo, pocas ocasiones... pero dos goles, tres puntos y un triunfo vital ante el Getafe para recuperar sensaciones y escalar en la tabla.

Y eso que el Atlético empezó bien. Empezó como suele empezar cuando el marcador está igualado. Apretando. Enganchados al partido y enchufados en cada acción. Atacando y combinando, buscando el arco rival y cortando de raíz toda acción azulona que se pudiera considerar peligrosa. Con intensidad y rapidez, los de Simeone mandaban en Getafe... hasta que llegó el 0-1.

Fue en una buena acción entre Diego Costa, que bajó el cuero y lo mantuvo hasta la llegada de apoyos, Griezmann, que asistió a Lemar, y este último, que enganchó un zurdazo desde más de 25 metros directo a la escuadra. Dio en el larguero, pero el rechazo rebotó en la espalda de Soria para finalmente acabar cruzando la línea de gol. Desde ese momento, el Atlético desapareció.

Como de costumbre. Es el sello de este equipo, el de manejar el resultado hasta o bien quemarse o bien sufrir. O bien, en los casos más raros, marcar el segundo. Fue esto lo que sucedió en Getafe, pero hasta ahí el acoso y derribo de los de Bordalás al arco de Oblak fue absoluto. No daban ni tres pases seguidos los del Cholo, y eso quizá valiera hace unas temporadas, pero ahora, con la inversión realizada, se quiere y se pide más. Se debe pedir más.

Porque los Griezmann, Lemar, Saúl y demás no están hechos solo para correr detrás de la pelota. Están hechos para correr con la pelota. El Getafe rondó no pocas veces la portería de Oblak, con varias acciones incluso pisando área pequeña. El Atlético, sin salida, era preso de la intensidad local y de un juego escaso en repertorio. Lentos, mal colocados y con una excesiva separación entre líneas.

Sin embargo, en un momento de lucidez y de calidad en el segundo acto, Lemar puso el 0-2. Posiblemente injusto, o más que posiblemente injusto, pero el fútbol es fútbol y no es un juzgado. El francés, de nuevo, se saltó el guión y salió de su banda derecha para que Koke le pusiera uno de esos pases de mago que sabe hacer pero que apenas hace ante el poco caudal ofensivo de los del Cholo. Con la ayuda de Cabrera, el 11 sentó a Soria y puso el cuero en las redes.

Ya había más tranquilidad, y más aún cuando el trencilla decidió expulsar a Alejo tras un feo pisotón a Saúl Ñíguez. Así es este Atlético. Cuando parece que le tienes es cuando te das cuenta que en sí lo que está pasando es justo lo contrario. Así es cómo juega este Atlético. Y como jugaron ante un Getafe que aún con todo siguió con ganas de hacer daño.

Al final tiraron la toalla, y entonces sí, ante un equipo sin fuerzas y con diez, el Atlético decidió soltarse. Decidió hacer aquello que, por nombres, por presupuesto y por jugadores, sabe y debe hacer. O debe querer hacer. Sí, ganaron en el Coliseum, y pocos o nadie se acordarán de cómo se hizo cuando acabe la temporada... pero a veces de tanto jugar la ruleta rusa pasas de tener tres puntos a quedarte sin ninguno. Y eso sí que hay que tenerlo en cuenta en el 'partido a partido'.