Banderas y más banderas. Caminar por cualquier punto de España en julio del año 2010 suponía encontrar una bandera española en cada balcón. El fútbol unió a todo un país que vivió un mes de sufrimiento, de micro infartos y de celebraciones. Sobre todo de celebraciones. La más explosiva, tras el gol de Andrés Iniesta. ¿Quién no chilló en aquel inolvidable momento?

Los Casillas, Carles Puyol, Gerard Piqué, Xavi Hernández, Xabi Alonso, Andrés Iniesta, David Silva, David Villa, Fernando Torres… y otros muchos más formaron la mejor generación del fútbol español de toda la historia. Y de la mano de Vicente del Bosque, ya sin Luis Aragonés en el banquillo después del primer convite en la Eurocopa de 2008, España volvió a dar un golpe encima de la mesa.

Es cierto que no con el fútbol que había mostrado en el campeonato anterior ni en una fase de clasificación que por momentos rozó la perfección. Pero con oficio, pragmatismo y en algunos puntos una pizca de suerte que siempre es necesaria en este tipo de campeonatos. Ganar un Mundial es mucho más que fútbol.

Y es que la selección comenzó mal. Muy mal. Las críticas y las dudas se amontonaron en el amanecer, con un estreno convulso ante Suiza. Críticas que llegaron incluso desde el mismo Luis Aragonés. España no convenció, pero superó la fase de grupos. Eso sí, con un sufrimiento inesperado por todos antes del arranque del campeonato. David Villa regaló tres goles ante Honduras (doblete) y ante Chile que fueron oxígeno. Mientras, Andrés Iniesta ponía el primer ladrillo de su increíble historia. Primera prueba, superada.

De Cristiano a Paraguay

El país respiraba y Cristiano Ronaldo abría todos los periódicos deportivos. El gran rival acababa de llegar. La primera eliminatoria para una España que quería dejar los fantasmas de la primera fase bien escondidos. Recuperar sensaciones, recuperar fútbol. Pero sobre todo avanzar. Ganar.

Y ganar es más fácil si cuentas con un goleador como Villa. Sus cinco tantos en el torneo fueron primordiales (dos de ellos en eliminatorias). El asturiano tuvo que llevar al límite al guardameta portugués, Eduardo, para perforar la portería rival. España volvía a respirar.

Pero el sufrimiento no había hecho más que empezar. Los cuartos de final ante Paraguay, una selección que para nada estaba en las quinielas de los favoritos, fueron de una dureza extrema. Muchos de los protagonistas de aquella noche han confesado con el paso de los años que aquel fue el duelo con más dificultad.

El Ellis Park de Johannesburgo fue testigo del primer gran milagro de Iker Casillas, después de un inocente error de Gerard Piqué. El guardameta detuvo el lanzamiento de penalti a Óscar Cardozo y miró al banquillo. Allí, Pepe Reina sonreía. Horas antes decidieron hacia qué lado debía lanzarse el portero en caso de que hubiera una pena máxima. Y Reina acertó.

Y en el otro lado, como casi siempre, Villa volvió a aparecer. Agónico. La prórroga acechaba y la sensación de que nadie lograría deshacer el marcador dominaba las cabezas de todos. Pedro Rodríguez, que empezó a asomar en el verde, disparó al poste para que el pichichi de la selección rematara a la red. Aunque con mucha incertidumbre (tocó en los dos palos antes de entrar).

El cabezazo de Puyol

España estaba en semifinales. Se convirtieron en habituales los gritos procedentes de las ventanas de los hogares con cada gol de la selección. El fútbol había unido a todo un país que se reunía delante de la televisión en cada choque. Y una vez más lo volvería hacer. Ante el rival que todos temen, ante la todopoderosa Alemania.

El equipo con más altura del torneo… recibió un tanto en un saque de esquina. La cabeza de Carles Puyol catapultó a España hacia la final. “Tú me la pones en el punto de penalti y yo remato seguro”, cuenta Xavi Hernández que le dijo Puyol en el descanso. Y así fue.

El cuadro de Del Bosque, eso sí, mostró su mejor fútbol en todo el torneo. Por primera vez, España jugó a gusto, manejando la pelota a toda velocidad y llegando a línea de fondo tras larguísimas combinaciones. Pero el gol, paradójico, llegó a balón parado. La cabeza de Puyol. Para siempre.

El gol de todos

Y llegó el gran momento. La Holanda de Wesley Sneijder y Arjen Robben… la Holanda de Mark van Bommel esperaba en la final. Una Holanda opuesta a su tradicional estilo. Interrupciones, faltas… y patadas. Qué se lo digan a Xabi Alonso. El centrocampista recibió una patada voladora por parte de Nigel de Jong que ya es historia de las finales mundialistas.

Holanda mordía… y España jugaba. Pero cada vez más impotente. Tanto que Andrés Iniesta se revolvió contra van Bommel tras una entrada a destiempo. El futbolista más calmado, fuera de sus casillas por el acoso de los holandeses. Pero su revancha llegaría más tarde.

Antes Iker Casillas dejó su huella con un pie mágico que evitó el tanto de Robben. Un tanto que, sin duda, hubiera decantado una final muy atascada. Tuvo tiempo el guardameta a adelantarse al atacante en otra más en la que Puyol tiró de pillería.

Empate a cero y prórroga. El momento se acercaba. Y la jugada más importante del fútbol español comenzó en área propia. Puyol abrió para Jesús Navas, que con una carrera inalcanzable se plantó en el centro del campo. Tras varios toques en la medular, el juego basculó hacia el costado izquierdo, donde asomó Fernando Torres. Su centro fue rechazado por Rafael Van der Vaart y le cayó a Cesc Fábregas.

La pelota ya estaba en las botas de Iniesta. A un paso de la gloria. “En ese momento escuché el silencio”. Así describió su gol meses después. Y el silencio se convirtió en éxtasis. Iniesta marcó el gol que nos hizo campeones del mundo. Iniesta marcó el gol de todos.