Era una de las dudas que tenía Zidane en el once. Era uno de los nombres propios, uno de los que, viendo cómo llegaba, bien podía haber sido de la partida en Kiev. Pero no, no lo fue, y Gareth Bale volvió a vivir el comienzo de una final de Champions desde el banquillo. No debió gustarle mucho al galés, que ni tan siquiera salió a calentar con el resto de suplentes.

Desde el vestuario observó cómo sus compañeros se entrenaban ante una, quizá, eventualidad de alguno de los titulares en el calentamiento. Mientras los Nacho, Theo, Asensio, Lucas y compañía se ejercitaban, él permanecía a resguardo.

Más malas nuevas para Bale, que venía de hacer buenos partidos con el Real Madrid y que tenía la esperanza de, esta vez sí, estar en el once titular. El futuro del galés, más en el aire que nunca.