Dicen que el fútbol es un estado de ánimo. Que todo está en la cabeza. Que si la mente quiere y cree se puede lograr cualquier cosa. El Atlético, a lo largo de su historia, es un buen ejemplo de ello. Con Manzano se perdió ante el Albacete en la Copa del Rey, y casi los mismos jugadores levantaron ese título en 2013 con Simeone. Ahora, con el Cholo aún en el banquillo, están dando síntomas de tristeza, pero todo puede cambiar gracias a un gol. Gracias a Thomas. Gracias al zapatazo que el ghanés se sacó ante el Deportivo en el 91 para dar los tres puntos a los rojiblancos.
Porque ese puede ser un buen punto de inflexión. Bien puede ser ese el momento del renacer, del cambio. De recobrar el espíritu de equipo campeón que ha hecho grande a los de la ribera del Manzanares. Sin apenas opciones de octavos de Champions, con dudas y con una evidente falta de confianza, todo parecía ir a peor para el Atlético hasta el gol del ghanés ante el Deportivo. Porque hasta ese entonces todo era como ver en bucle la misma película de este curso.
Todo se repetía tal cual se ha venido repitiendo salvo la alineación. Unos salieron por lesión; otros, directamente, por motivos técnicos. Con distintos nombres, lo mismo sucedía. Cero en fútbol, cero en ocasiones y cero en gol. Ya no por falta de puntería, sino directamente por falta de creación. Los Correa, Griezmann, Saúl y compañía parecían querer hacer la guerra por su cuenta en vez de formar un bloque sólido en ataque y en defensa contra el Deportivo.
Griezmann, escaso protagonismo
No salía nada porque así, aunque se puede, es complicado si no tienes a un Messi. Y el 'Messi' del Atlético esta temporada no está. Sea por la razón que sea, Griezmann no es el Griezmann de temporadas atrás. Sin electricidad, sin mordiente, sin conexión. Perdido, tan solo pareció despertar al comienzo de un segundo tiempo en el que él fue el '9'. Su aportación ofensiva fue un disparo flojo con la derecha que no puso en aprietos a Pantilimon.
Se marchó en el 80, sustituido por José María Giménez para buscar balones aéreos a un área, la del Depor, que apenas pisaban. La de Oblak tampoco es que estuviera muy transitada, con algún que otro susto por nerviosismo tanto del esloveno como de los zagueros. Godín, irreconocible, tenía problemas en la salida de balón, y ni Juanfran ni Savic parecen estar tan férreos como exige un equipo que tiene serios problemas para marcar gol. Por la izquierda, Lucas Hernández fue protagonista.
Porque fue él quien comenzó la jugada que lo puede cambiar todo. El zurdo, hoy lateral, hizo un buen eslalon para forzar la falta de Sidnei, por la que el central del Depor vio la amarilla. La cogió Gabi, que pareció decirle algo a Thomas. El 14 sorprendió, dejando suave el cuero para que el ghanés se sacara un buen zapatazo desde la frontal y batir a así a Pantilimon, que directamente ni se movió. Gol, de nuevo solitario gol, que vale para dar tres puntos a un equipo necesitado.
Victoria, alegría y... ¿punto de inflexión?
Necesitado de victorias y, sobre todo, de alegrías. Hasta el 91 la cara de Griezmann, que se fue andando a pesar del 0-0 y de las prisas de sus compañeros, definiía a la perfección al Atlético. Un Atlético triste, sin la confianza de saber que ese partido, tarde o temprano, lo iban a ganar como han ganado muchos otros así en la 'era Simeone'. Esta vez se ganó, y quién sabe si han logrado algo más que tres puntos... porque el fútbol, como bien está demostrando el Valencia de esta temporada y el Atlético en las anteriores, es un estado de ánimo.