Los espectadores están de vuelta en el fútbol. Hasta 500 aficionados del Sevilla y 800 de Bayern Munich presenciaron en directo la final de la Supercopa en el Puskas Arena.

Una prueba piloto. Un 30% del aforo del estadio. Un aforo que no se completó. Y es que el miedo al contagio por el coronavirus sigue en el día a día.

El Sevilla, de hecho, contaba con 3.000 espectadores pero sólo 500 aficionados viajaron a esta cita histórica ante un equipo temible que el curso pasado logró el triplete.

Todos esos aficionados pasaron una PCR antes de viajar a Budapest. Distancias por un metro y medio mascarillas y sin poder levantarse para celebrar el partido como las tres principales medidas para este partido.

Una decisión de la UEFA que provocó controversia ya que las autoridades húngaras no querían que el encuentro se celebrara con público. El miedo a "una bomba biológica" era su principal argumento.

Sin embargo, el partido sí se jugó con público. En una prueba más de que la vida, pasito a pasito, se va adaptando a esta nueva normalidad tras el coronavirus.