Lionel Messi hizo helarse, en este caluroso verano, a todos los aficionados del Barcelona. El motivo, una bestial patada que se llevó de Koulibaly al final de la primera parte en el partido ante el Nápoles en el Camp Nou que hizo que estuviera casi cinco minutos sin levantarse del verde.
La acción fue completamente fortuita, pero doler, lo que se dice doler, duele seguro. Messi le birló el cuero a un dubitativo central que, al no ver al argentino, trató de despejar el balón. En vez de eso, la patada se la llevó el 10 en la zona del talón.
Sus gestos de dolor eran más que evidentes. Las asistencias se dirigieron a la zona donde Messi se encontraba para atenderle pero, por más que pasaban los minutos, el argentino no se levantaba.
Tal fue el tiempo que pasó hasta que se incorporó que el árbitro tuvo tiempo de recibir la ayuda de la sala VOR en la acción y de consultar el vídeo. El penalti, clamoroso, lo transformó Luis Suárez.
Cojeando pasó Messi los últimos minutos del primer acto. Por más que intentaba correr, no podía apenas dar un par de zancadas antes de pararse.
La nota positiva, que redujo la preocupación hasta que se le vio regresar a pleno rendimiento en la segunda parte, fue una sonrisa que compartió con Ospina, portero del Nápoles.
Tras el paso por vestuarios, ni rastro de cojera en un Messi que ya corría con normalidad por el verde en este partido de vuelta de octavos de final.