El fútbol es un estado de ánimo. Al menos eso dicen que es. Cuando estás alegre, confiado y feliz, todo sale o todo crees que te puede salir. Y cuando estás triste o desmotivado, hasta la acción más simple se te atraganta. En 90 minutos el Atlético hizo dicha frase completamente cierta con Griezmann como reflejo. Tras una primera parte espesa, el golazo de tijera de los rojiblancos desató la moral de todos y de un Wanda que disfrutó, por fin, del sabor de la victoria en Europa.
Solo le valía ganar al Atlético, y eso este año está siendo complicado de ver. Una derrota, en el 93', contra el Chelsea, pero empate tras empate al final los rojiblancos, los dos veces finalistas de Champions en 2014 y en 2016, solo podían sumar de tres en tres ante la Roma. Ante un equipo que hasta hoy no había perdido ni un partido en este curso europeo.
A la Roma eso sí le valía un empate, y las prisas eran las justas. Madurando la jugada. Poco a poco. Con paciencia. Con madurez. Sabiendo dónde estab el punto débil del Atlético. La banda derecha, con Thomas, fue un coladero continuo y Perotti se dio un auténtico festival. Sin embargo, como es costumbre, se llegó sin goles al descanso. Y eso que Augusto marcó, pero su gol fue anulado por mano.
No había manera. Siempre era un 'casi'. Koke casi llega a rematar en línea de gol. Griezmann casi llega también en la misma jugada. Carrasco casi logra disparar pero le sobra un regate. Y Torres casi atina con un tiro desde la frontal. Todo era un 'casi'. Salvo el tiempo, que avanzaba con paso firme para desgracia de un Atleti que cada vez tenía más nervios consigo.
Sin embargo, en el 68, todo cambió. Lo que era tensión y preocupación se convirtió en felicidad en las gradas. Y lo que fueron pitos a Griezmann en el derbi se convirtieron en aplausos. Aplausos normales. Aplausos que Antoine se ganó. Ángel Correa llegó a línea de fondo, la puso atrás y el francés, mientras retrocedía, saltó y se elevó por los cielos para colocar la bola en las redes con una tijera enorme. Golazo.
E implicación, que eso en el Atlético también se pide. El 7 se mostró, bajó a ayudar en defensa y, por fin, después de su enorme gol lo intentó todo. Hasta un tiro desde 25 metros que estaba claro que no iba a ir a ningún lado. Los rojiblancos eran felices, y en su fútbol se demostraba. Paredes, toques, llegadas... y sí, por fin, más de un gol en un partido.
Fue gracias a la conexión francesa. Con la Roma con diez por una doble amarilla a Peres, Griezmann encontró a Gameiro con un preciso pase al hueco, Kevin dejó en el suelo a Allison y, casi sin ángulo, marcó. Lo dicho, todo felicidad en la casa del Atleti.
Ahora ya solo queda que se dé el milagro. Un milagro muy difícil tras los dos empates incomprensibles ante el Qarabag. Los octavos aún son posibles, y ya lo dice el lema del Atleti: 'Nunca dejes de creer'.