Ansu Fati apunta a estrella, eso que nadie lo dude. Tiene 16 años, y en dos días cumple 17. Vale, de acuerdo. Lo tenemos en cuenta. Pero que nadie se olvide: este chico juega en todo un FC Barcelona y hoy como titular por delante del campeón del mundo y fichaje estelar Antoine Griezmann. ¿Y lo mejor de todo? Juega porque lo merece.

Pero hoy Ansu ha conocido la otra cara del fútbol. Si me apuran, la más normal. La que se te queda cuando las cosas no salen, cuando llevas un mes fuera, lesionado, y las ocasiones se estrellan en el portero.

Porque lo fácil es hablar de Messi y de una exhibición de escándalo (de las mejores de su carrera) con pases de otro deporte, faltas a la escuadra y un control sobre el juego semejante al de Michael Jordan sobre una cancha. Pero no. Hoy vamos con el chaval. Se lo ha ganado, y es que cada vez que salía al campo durante esta temporada pasaba algo: hacía algo. Electricidad, desborde y atrevimiento: eso es Ansu Fati, y eso es lo que hoy no salía. Solo el atrevimiento. Porque como es lógico, un mes de baja afecta a cualquiera.

Pero volverá, no lo duden. Seguro que le dará una vuelta a la noche de hoy, igual que mirará repetido el gol de Lenglet, el pase de Messi a Vidal con bisturí para el 2-1, e incluso el gol de Kiko Olivas, el primero de su carrera en Primera y de rechace, que demuestra que no siempre hay que hacerlo todo bonito.

Ansu Fati aprenderá más de este partido ante el Valladolid que de los diez anteriores. Porque eso es lo importante. El Barça ganó, de sobra, 5-1 con Messi desenfocando las esteladas, silenciando al estadio con un control de pecho insólito antes de fusilar a Masip, y sirviendo en bandeja el cierre de concurso a su amigo Suárez tras un partido con caños, regates y detalles en el patio del colegio. Un recreo que para Ansu Fati terminó antes, en el minuto 61, el día que tocaba subirse a clase y dedicarse en pleno a algo: repasar la lección.