Ciclismo y anécdotas
El primer ganador hizo trampas, a qué se debe el color amarillo del maillot… 10 mini curiosidades sobre el Tour de Francia
El Tour de Francia es mucho más que una carrera ciclista: es historia, espectáculo y tradición. Desde camisetas que no son siempre amarillas hasta hechos insólitos, repasamos 10 curiosidades que quizás no conocías sobre la prueba más famosa del ciclismo mundial.

El Tour de Francia es una de las competiciones deportivas más reconocidas del planeta. Se celebra cada año desde 1903 (con excepciones durante las Guerras Mundiales) y atrae tanto a aficionados al ciclismo como a millones de espectadores ocasionales, que encuentran en el tour el entretenimiento deportivo perfecto para el verano.
Pero más allá del esfuerzo, la montaña y las etapas infinitas, el Tour está lleno de detalles curiosos que lo hacen único. Aquí van 10 pequeñas curiosidades sobre el Tour de Francia que muestran su cara más sorprendente.
1. El primer ganador fue descalificado
El ciclista franco-italiano Maurice Garin fue el primer ganador de la historia del tour en 1903. No obstante, aunque convalidó su victoria un año después, fue descalificado tras descubrirse que había recibido ayuda externa en algunos tramos, en los que se sirvió de trenes y coches para avanzar durante la carrera.
2. No siempre hubo maillot amarillo
Aunque el Tour de Francia nació en 1903, durante los primeros años no había un maillot especial para el líder de la clasificación general. Fue tras la Primera Guerra Mundial, en 1919, cuando los organizadores decidieron crear una prenda que permitiera identificar claramente al primero en la clasificación.
Fue entonces cuando se introdujo el icónico maillot amarillo. Se eligió ese color porque coincidía con el papel amarillo del periódico L’Auto, organizador de la prueba.
3. Trampas, sabotajes y hasta clavos en el camino
Durante las primeras ediciones, la organización tuvo que enfrentarse a incidentes insólitos provocados por el públicoo incluso por los propios corredores.
Uno de los más recordados ocurrió en 1905, cuando aficionados locales lanzaron tachuelas en el camino para perjudicar a los ciclistas rivales. El sabotaje obligó a muchos participantes a detenerse por pinchazos, y algunos llegaron a recorrer kilómetros con la rueda pinchada.
Estos episodios no fueron aislados, ya que posteriormente en otras ediciones, se reportaron cadenas manipuladas, desvíos señalizados por espectadores para confundir a los corredores, e incluso agresiones físicas.
4. Los corredores pierden varios kilos
Participar en el Tour de Francia supone un desgaste físico extremo. A lo largo de las tres semanas de competición, los ciclistas recorren más de 3.000 kilómetros, afrontan etapas de montaña exigentes y pedalean durante varias horas al día. A pesar de consumir entre 6.000 y 8.000 calorías diarias para compensar el esfuerzo, muchos acaban perdiendo entre 3 y 5 kilos de peso corporal.
Esta pérdida se debe no solo al gasto energético, sino también a la deshidratación y al estrés constante que sufre el organismo. Para intentar mantener el equilibrio, los equipos cuentan con nutricionistas que planifican al detalle cada comida, desde el desayuno hasta las cenas de recuperación.
5. El Tour no ocurre solo en Francia
Aunque es una carrera francesa por excelencia, el Tour de Francia cruza fronteras con frecuencia. Desde 1954, cuando comenzó por primera vez en Ámsterdam, muchas ediciones han arrancado en otros países europeos.
España, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Reino Unido o los Países Bajos han sido escenarios del famoso 'Grand Départ', una forma de internacionalizar la carrera y acercarla a nuevos públicos. Incluso Irlanda acogió el inicio del Tour en 1998, con una etapa inaugural en Dublín.
Estos arranques fuera de Francia suelen combinar un fuerte impacto mediático con beneficios económicos para las ciudades anfitrionas. Además, permiten que la carrera recorra paisajes diferentes desde el primer día, antes de adentrarse en territorio francés.
6. El Tour tiene su propio carné de puntos
Los ciclistas pueden ser sancionados con puntos por diversas infracciones. Tirar basura fuera de las zonas permitidas, empujar a otro corredor, usar mal el coche del equipo o realizar maniobras peligrosas puede acarrear penalizaciones en tiempo, puntos o dinero.
7. París no siempre ha sido la meta
Hoy en día es difícil imaginar el final del Tour de Francia en otro lugar que no sean los Campos Elíseos, ya que desde 1975, la carrera termina allí con una etapa emblemática que recorre varias veces la avenida más famosa de París antes del sprint final. Sin embargo, durante gran parte de su historia, la meta del Tour estuvo en otros puntos de la capital, e incluso fuera de ella.
Entre 1904 y 1967, por ejemplo, la llegada solía celebrarse en el velódromo del Parque de los Príncipes, un recinto cerrado que ofrecía un ambiente más controlado. Más tarde, la meta se trasladó al estadio de Colombes y otros lugares antes de asentarse definitivamente en el corazón de París.
En 2024, debido a los preparativos de los Juegos Olímpicos de París, tampoco culminó en la capital francesa: la etapa final fue una contrarreloj individual de 33,7 km que partió de Mónaco y culminó en la Place Masséna de Niza.
8. Hay un premio para el ciclista más combativo
En el Tour de Francia no todo gira en torno al maillot amarillo o al podio final. Existe también un reconocimiento especial para el ciclista más combativo, una distinción que se entrega al corredor que ha demostrado mayor espíritu de lucha, ya sea atacando, escapándose o esforzándose más allá del resultado.
Este premio se otorga al final de cada etapa (excepto en contrarreloj) y lo decide un jurado, que valora tanto la actitud como el impacto del esfuerzo en el desarrollo de la carrera.
El ciclista elegido recibe un dorsal rojo al final del día que permite distinguirle durante la jornada siguiente. Además, al final del Tour se entrega el 'Supercombativo', un premio especial que reconoce al corredor más valiente de toda la competición. Es una forma de destacar que el espectáculo no solo lo dan quienes ganan, sino también quienes arriesgan y animan la carrera con su entrega.
9. No siempre han pedaleado de día
Aunque hoy es poco común, en los primeros años del Tour se disputaron algunas etapas nocturnas para cubrir distancias especialmente largas. Esto ocurría principalmente en las ediciones de principios del siglo XX, cuando algunas jornadas superaban los 300 o 400 kilómetros y los corredores debían pedalear durante muchas horas, incluyendo la noche.
La iluminación era mínima o nula, y los ciclistas se enfrentaban a condiciones muy duras, con visibilidad limitada y carreteras en mal estado, lo que aumentaba el riesgo de accidentes.
10. El Tour incluyó etapas en pistas de tierra y caminos sin asfaltar
En las primeras décadas, las condiciones de las carreteras eran muy distintas a las actuales. Muchas etapas se disputaban en pistas de tierra, caminos de grava o tramos sin asfaltar que dificultaban enormemente el avance de los ciclistas.
Estas superficies complicaban el agarre, aumentaban el desgaste de las bicicletas y hacían frecuentes los pinchazos y caídas. Los corredores debían adaptarse a terrenos muy variados, lo que añadía un nivel extra de exigencia física y técnica.