Las etiquetas de la ropa demuestran que la mayoría de las prendas están fabricadas en el extranjero. Sin embargo, es imposible saber por cuantas manos han pasado. La diseñadora de moda, Kavita Pamar se pregunta cada mañana cómo una camiseta puede costar menos que un bocadillo.
"Al venderlo tan bajo se tiene que hacer en sitios dónde la mano de obra es casi esclavitud", dice la diseñadora. Por eso ha creado una plataforma en la que se valoran todas las estapas de producción de cada uno de sus diseños.
"Documentamos cada persona que corte y cosa la prenda. Después el cliente puede subir su foto", declara la fundadora del proyecto. Así, no solo el cliente sabe de dónde sale el producto, sino que también el empleado conocerá quién lo ha comprado. Una política transparente que pocas marcas ofrecen.
"No les interesa que sepamos porque las condiciones son horribles. Si fuese bonito te lo contarían. sacaran películas de esto", afirma la fundadora de 'IOU PROYECT'.
En el año 2013 más de 500 personas murieron en el derrumbe de una fábrica de costura en Bangladés. Fue la mayor tragedia del mundo textil que puso en evidencia las condiciones infrahumanas de muchos trabajadores en el sudeste asiático.
En los últimos años, creadores audiovisuales han retratado el lado oscuro de la moda. Y es que tras la producción de las camisas no sólo hay un diseñador, una tienda y modelos.
"Nos gritan, nos dan golpes en la mesa y nos presionan para ir más rápido. Nos tratan como animales, como un perro o gato", se queja una trabajadora china. Historias como esta pueden estar detrás de alguna de las prendas que vestimos.