Sia cuenta que usa aplicaciones como Tinder, para ligar. Aunque no le gusta publicar su verdadero nombre, usa sus propias fotos en las aplicaciones y, sorprendentemente, casi nadie la reconoce.

La cantante, que casi roza las dos millones de visitas en Youtube con temas como 'Chandelier', lleva años ocultándose en su enorme peluca rubia durante sus conciertos. Cuando los pretendientes le preguntan a qué se dedica suele decir que es escritora, aunque otras veces se tira a la piscina diciendo: "Soy una estrella del pop llamada Sia".

"He tenido un par de citas, y fueron genial", cuenta Sia en una entrevista a 'Rolling Stone'. "Fue muy divertido, una buena práctica. Estoy intentando practicar la intimidad", cuenta. Al empezar su carrera en los escenarios, Sia decidió que no mostraría su rostro, que usaría una peluca gigante para no ser reconocida en el supermercado. Lo que, en la era de las redes sociales podría parecer ridículo, a Sia le funcionó (y prueba de ello han sido algunas de sus citas Tinder).

A lo largo de su vida, Sia ha padecido trastorno bipolar, un trastorno autoinmune y dos intentos de suicidio, además de haber caído en el alcoholismo y las drogas. El primer amor de Sia fue un camarero, Dan Pontifex, y aunque su relación duró poco más de un año y medio, siguieron siendo íntimos amigos. Estaban planeando un viaje a Europa juntos cuando el joven fue atropellado por un taxi y falleció, empujando con su muerte a Sia al alcohol y a las drogas.

La vida de la artista, entonces, se tiñó de gris y tristeza. La noche que escribió 'Breathe Me' intentó suicidarse mezclando un Valium con una botella de vodka. "Desafortunadamente con un valium lo único que puedes hacer es dormirte, o debería decir afortunadamente", añade la cantante.

Pero Sia quería morir y lo volvió a intentar. Se registró en un hotel con el objetivo de quitarse la vida, incluso dejó una carta para ahorrar a los empleados del hotel el trauma de encontrar su cuerpo sin vida. "Por favor, no entréis. Estoy muerta dentro, llamen a la ambulancia".

Antes de que pudiera suicidarse, sonó su teléfono y las palabras de un amigo le salvaron la vida. “Squiddly-diddly-doo”, que aunque para cualquiera carezcan de sentido, para Sia tenían un gran significado: así solía responder ella cuando era feliz.