Los toros rápidos suelen embestir poco pero cuando lo hacen son mucho más peligrosos. El toro le empuja a tanta velocidad que antes de que caiga al suelo, vuelve a embestirle y le arrastra varios metros. Le engancha la faja con el pitón. Por suerte el nudo se deshace y se la lleva enganchada al cuerno.

El hombre, de Salamanca, queda atrapado entre los cuernos y recibe una cornada en un brazo. La embestida se produce en uno de los tramos más rápidos. El hombre gira en la cara del toro, que le clava el pitón junto a la axila y tiene suerte: no está grave.

Suerte también para el hombre, al que ya en la plaza, un toro le ha pasado por encima pero, por no le ha embestido.

Planteamos ahora un clásico problema matemático: un hombre parte del punto A a 15 kilómetros por hora. Un toro sale del punto B a 20 kilómetros. ¿En qué punto se encontrarán? Un experto sabe que el punto C será la curva.

Es algo científico. Si tomas una curva por fuera, el desastre está asegurado. Se llama ley de la inercia, y suele fabricar empotramientos épicos.