Universidad de Cambridge. 1993. Varios investigadores emprendían un viaje a diario. En él volcaban su ilusión, su energía, su experiencia. Su cruzada: tomarse un café. Pero cuando llegaban hasta la cafetera, no había café.

Hartos de pasearse sin encontrar recompensa, montaron una cámara que apuntaba a la cafetera y diseñaron el software necesario para poder ver en sus ordenadores si había café o no.

Así nació la primera webcam que ahora cumple 25 años. Hoy sería una antigualla, pero gracias a ella, tenemos miles de balcones a los que asomarnos para ver mundo. Desde el lago Ness al cruce de Shibuya. De un acuario infestado de pirañas a un kebab girando eternamente en algún rincón del mundo.