Más de un centenar de grabados prehistóricos. Es lo que contiene la Cova de la Vila, una cueva subterránea que los espeleólogos han redescubierto La Febró, en Tarragona, tras perdérsele la pista en los años 40.

"Empezamos a mover piedras, sacar tierra y al final abrimos un pequeño paso", señala Francesc Rubinat, que explica así cómo lograron pasar de un agujero de cinco centímetros a la sala oval de 90 metros cuadrados que alberga los grabados. "Yo tuve, sin esperarlo, el inmenso honor y sorpresa de ser el primero en entrar a la sala", relata por su parte el espeleólogo Juli Serrano.

"Probablemente encontremos restos de cultura material, probablemente cerámicas y huesos de personas y animales que podamos relacionar directamente con esa expresión artística", explica por su parte el investigador Antonio Rodríguez sobre estos grabados, que representan la realidad de los campesinos de la época.

A su vez, el especialista en arte prehistórico Ramón Viñas incide en que "este conjunto subterráneo está grabado, no está pintado" como es el caso de otros muros que hay en Cataluña. Se trata, pues, de un tipo de arte rupestre inédito, en el que la composición de sus figuras es estilísticamente homogénea. "Es una técnica en este caso que está hecha con los dedos, en gran parte", detalla Viñas, que señala que también se empleaban "sílex o palos finos para hacer cosas más detalladas".

Es una de las pocas representaciones de arte esquemático subterráneo en Tarragona y por extensión, en Cataluña. Más de un centenar de grabados que los expertos asocian al mundo funerario del Neolítico y que, ahora, volverán a pasar a la historia.