Virtuosa del piano y marcada por la segregación racial, Eunice Kathleen Waymon nunca alcanzó su sueño de ser la primera concertista de piano negra de EEUU.

Tras años de estudio diario, el Curtis Institute of Music de Filadelfia la rechazó y, ante la imposibilidad de continuar sus estudios, empezó a actuar en locales nocturnos en Atlantic City.

Allí dejó a un lado a Bach, Beethoven y Debussy y empezó a cantar. Fue así como nació Nina Simone, nombre que adoptó para ocultar a su madre lo que estaba haciendo, tocar "aquella música del demonio".

 

Nina Simone, que este miércoles cumpliría 85 años, nunca olvidó aquella "sacudida de racismo" que sintió cuando fue rechazada por el conservatorio, que en 2003, dos días antes de su muerte, reconoció con un premio su carrera.

En sus funciones era un torbellino. "Me interesaba transmitir un mensaje emocional", confesó Simone, que una vez convertida en una de las voces más reconocibles del movimiento por los derechos civiles, dedicó sus conciertos a lanzar un mensaje político con el que remover conciencias y luchar por los derechos de la comunidad negra.