Para Orson Welles, una falsificación era también una obra de arte, pero a veces los falsificadores cometen errores que delatan su autoría. Algo así es lo que ha ocurrido en Elna, un pueblo del pirineo francés. Allí, existe un museo dedicado al pintor Étienne Terrus, pero recientemente se ha descubierto que más de 80 obras son falsificaciones.

El elemento clave ha sido la arquitectura que aparece en estos cuadros. Por ejemplo en una de sus obras aparece un torreón que fue modificado después de la muerte del pintor. Así, en el original aparece el torreón tal y como era mientras Terrus vivía.

Y no es el único caso en el que se la colaron a los museos. En el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas estaba expuesto una obra de Matisse hasta que, en 2002, se avisó de que la pieza original estaba a la venta. Fue entonces cuando se dieron cuenta del cambiazo, algo llamativo si se tienen en cuenta las grandes diferencias que había con la obra original.

Algunos expertos aseguran que el 40% del mercado del arte se compone de falsificaciones. Por eso se cuestionan cada vez más la autoría de obras clásicas, como el retrato de Miguel Ángel realizado 'supuestamente' por Sebastiano de Piombo.

Un cuadro que fue uno de los mayores reclamos de una exposición realizada en la National Gallery y que al parecer podría haberse realizado en los años cincuenta del siglo pasado. No es tan fácil detectar las falsificaciones, y eso fue lo que pasó en Lübeck, Alemania.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Lothar Malskat fue el encargado de restaurar los frescos de la catedral. Lo hizo a su manera: borró los frescos medievales y pintó encima los suyos particulares, recreando el estilo original. Consiguió que nadie se diese cuenta, y eso que metió el retrato de su hermana o la imagen de un pavo, un animal que en la edad media no se conocía en Europa.

Porque a veces el ingenio del falsificador constituye en sí mismo una obra de arte.