1999 nos invitaba a cuestionar la realidad. Neo salía de Matrix y nosotros entrábamos a las salas del cine mucho más que ahora.

La industria del DVD estaba en plena efervescencia. En un año, los hogares con reproductor pasaron de 1,4 a 4 millones en EEUU, lo que implicó que el consumo cinematográfico se duplicase.

Eso hizo que Hollywood perdiese el miedo a invertir en producciones más arriesgadas e innovadoras. Incluso le dio una oportunidad a cineastas más independientes o al cine de terror.

Y fue así porque a finales de los noventa, como recuerda el periodista norteamericano Brian Raftery, la popularización de las cámaras digitales abarató el coste de producción.

El Oscar de ese año se lo acabó llevando Kevin Spacey. Además de conseguir la estatuilla por Mejor película, Mejor guión y Mejor director.

Sí, han pasado 20 años pero como 1999, ninguno.