A sus diecisiete años, esta estudiante pakistaní ya ha entrado en los libros de historia como la ganadora más joven del Nobel de la paz. El jurado ha premiado su incansable pelea por el derecho a la educación e igualdad de las niñas, por encima incluso de personalidades como el papa Francisco.  “Quiero decirle a los niños de todo el mundo que se levanten y luchen por sus derechos”, afirmaba Malala tras recibir el Nobel.

Una lucha por la que ella ha pagado un alto precio porque a Malala se la conoció hace justo dos años cuando los talibanes intentaron acallarla tiroteándola salvajemente en la cabeza mientras iba a clase. Sin embargo, las balas no la detuvieron.  Se recuperó  y aunque no pudo volver a su pueblo por las amenazas,  siguió estudiando y haciendo campaña por todo el mundo siempre con el mismo mensaje: “Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”.

Por eso, este sábado en Pakistán hay grandes celebraciones. Malala ha recibido otros muchos galardones, pero ninguno tan simbólico como éste porque lo comparte con el indio Kailash Satyarthi, un destacado activista contra la esclavitud infantil. India y Pakistán, tradicionalmente enfrentados, unidos por un premio a la paz y por los niños. Malala y Kailash ya han dicho que unirán fuerzas en para derrotar al analfabetismo, la explotación infantil y la discriminación de las niñas.