Sobre las seis de la mañana los rayos del sol han recorrido 60 metros del templo para felicitar al que fue faraón de la 19ª dinastía del Imperio Nuevo.

Una maravilla del antiguo Egipto que sólo se repite dos veces al año: hoy para celebrar el nacimiento de Ramsés II y el 22 de octubre para conmemorar su coronación. Y cada vez que ocurre, los pocos privilegiados que han conseguido permiso del gobierno egipcio para verlo en persona, se pelean por conseguir la mejor foto.

No es casualidad que la cara de este rey se ilumine estos dos días. Fue él quien mandó construir el templo para que el sol le felicitara cada año. Lo realmente fascinante es que un grupo de arquitectos tuvo que moverlo en los años sesenta para que no desapareciera bajo las aguas del lago NAser.

Tras muchos cálculos, encontraron la orientación exacta para que el astro continuase felicitando a su faraón, aunque un día más tarde.

Símbolo de vida y de lo eterno, el sol también recorre las estatuas de los dioses Ra y Amón sentados a la izquierda y a la derecha del Faraón. Eso sí, nunca llega a iluminar el rostro del dios Ptah, Señor de la Oscuridad, que permanece en penumbra por toda la eternidad.