Los adeptos al cine de terror lo saben bien: posesiones, criaturas de pesadilla, fantasmas, sangre... Es adictivo. Un grupo de neurocientíficos, escritores y directores se han reunido en 'The Science of Scary', un encuentro celebrado dentro del Festival de cine de Edimburgo, para explicar las respuestas fisiológicas cuando vemos escenas de terror.

Gritar es una manera de comunicar peligro hasta que nuestro cerebro no razona que lo que ocurre en pantalla es simplemente una ficción, no nos relajamos. Entonces llega un susto. Esto genera una respuesta en nuestra amígdala y entramos en el estado de lucha o huída.

Básicamente el cuerpo se prepara para salir corriendo o plantarle cara al bicho. Se genera un clima de hermandad entre los asistentes, que se van poco a poco acostumbrando al guión, para por fin empatizar con los personajes.

Es el momento del terror psicológico. Se sale de la sala como un superviviente. Según un artículo de la revista Forbes, el género de terror nos puede ayudar a prepararnos para la vida real.

Aunque probablemente sea mejor para nuestra salud creer que todo esto solo ocurre en las películas.