El arquitecto le dijo al dueño que no iba a tener vistas a la cascada, que viviría en ella. Probablemente no se imaginaba el resultado final.

Frank Lloyd Wright construyó en 1939 una casa que combina hormigón, acero y vidrio con la propia piedra de la cascada. La naturaleza se integra en la arquitectura.

Manuel Blanco, director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica, explica que el arquitecto "lo construye con los colores, con las texturas y las formas de tal manera que parece que la casa entera está flotando en el aire".

Costó tres millones de euros, se construyó en un año, se dibujaron los planos en una noche. Y a punto estuvo de no existir. La mayor dificultad fue convencer al cliente, hacer que el cliente entendiera el proyecto que él estaba haciendo.

Un prodigio de la arquitectura que no ha estado exento de goteras. Hoy está casi como la diseñó Wright, incluso con esos muebles incorporados a las paredes que impiden redecorarla... pero ahora es una casa museo y Patrimonio Mundial de la Humanidad.