A nadie le sorprende ver hoy a hombres y mujeres mezclados corriendo una maratón, pero no siempre ha sido así.

En 1967, Kathrine Switzer fue la primera que se inscribió en la maratón de Boston. Como sabía que no le iban a dejar, se inscribió usando sólo sus iniciales. Consiguió correr, pero cuando el director de la carrera vio a una mujer entre hombres se fue a por ella.

Fuera de sí, intentó sacarla por la fuerza, pero el novio de la corredora lo impidió. La imagen dio la vuelta al mundo, pero Switzer no fue la primera que lo intentó. Se inspiró en otra pionera.

Un año antes, en 1966, Bobbi Gibb quiso enfrentarse a la prepotencia del hombre. El director de la maratón de Boston afirmaba que era genéticamente imposible que una mujer pudiese correr los 42 kilómetros de una maratón.

Gibb se propuso desmentirlo. Vivía en California, a 5.000 kilómetros de Boston. Se pasó cuatro días, con sus noches, en un autobús.

El día de la carrera, esperó varios minutos desde el pistoletazo de salida y se metió en la maratón. Iba con capucha para que los demás no supiesen que era una mujer. Llevaba unos pantalones de deporte de su hermano. Pero la reconocieron.

Los hombres que iban a su lado y el público empezaron a animarla. Acabó la maratón en 3 horas, 21 minutos y 41 segundos, por delante de dos tercios del resto de participantes.

La diferencia entre Gibb y Switzer es que una no llevaba dorsal y les pareció una "simpática anécdota" pero la otra sí lo llevaba ydesafiaba a una norma sexista e injusta.

En 1968 ya fueron cinco las que corrieron la maratón. Tuvieron que pasar otros 4 años para que se legalizase la participación de las mujeres en la maratón y hasta 1984 el maratón femenino no se reconoció como disciplina olímpica.

Hoy, el 45% de los participantes de la maratón de Boston son mujeres. Switzer y Gibb abrieron el camino. Corrieron contra los prejuicios y vencieron.