Lo sienten como una aventura, como un torrente que se desboca cuando los focos, como faros que guían su cuerpo y su verbo, se clavan de lleno en el escenario. Algo vivo, pasional y bello, dicen quienes, cada tarde, se entregan a esa especie de éxtasis escénico en el auditorio. Cuatro voces, cuatro actores, cuentan qué es para ellos pisar un escenario en el Día Mundial del Teatro.
Llegan cada uno por una parte distinta del teatro Reina Victoria de Madrid. Sobre el escenario, con una profunda sonrisa que se intuye detrás de la mascarilla, la actriz Elisa Matilla espera al resto. No pasan ni cinco minutos cuando de entre las bambalinas sale Neus Asensi y, por una de las puertas laterales del teatro, entra José Luis Gil a paso firme. Los tres actores, restricciones y medidas de seguridad mediante, se saludan, se preguntan por esto y por aquello, por la profesión… y, en definitiva, se demuestran el cariño y el respeto mutuo que se tienen. “¿Estamos?”, preguntan. Casi. Falta, cual maestro de ceremonias, un Manuel Galiana que ya asoma por la puerta y desvía las miradas de todos como plegándose en una reverencia.
Galiana, quien lleva más de seis décadas sobre las tablas desde que representó ‘La casa de los siete balcones’ con apenas 20 años, es el primero en tomar la palabra. Dice seguir sintiendo ese “latigazo”que recorre todo el teatro y que pone al público en pie cuando termina cada función. “Eso de entrar en un teatro y que de pronto se apaguen las luces... Se enciende el escenario y… buah. ¡Eso es fantástico!”, explica. Su compañero de reparto en ‘Eduardo II Ojos de Niebla’, José Luis Gil, añade que es “una aventura diaria” aunque representen la misma función un día tras otro. “Algo vivo e irrepetible”, le responde Neus Asensi, quien comparte cartel con Elisa Matilla en ‘Asesinos todos’. Matilla remata la ronda: “Para mí las tablas son una de las cosas más bonitas que tengo en mi vida”. Y a golpe de anécdota, las dos parejas van desovillando los recuerdos de toda una vida dedicada al teatro.
Los cuatro coinciden en fijar en su infancia el momento en el que descubrieron qué era aquello del teatro, para luego, no soltarlo nunca más. En una función navideña como la de ‘Els Pastorets’, relata Asensi, o en cualquier otra representación escolar. “Recuerdo una vez, en una obra del colegio, que yo hacía el papel de marioneta 4”, explica Matilla, “y cuando las marionetas tenían que salir del escenario, yo no quería irme”, ríe. “Es que es como una adicción”, le contesta Manuel Galiana.
Tantas horas de ensayos y de representaciones, tantos años de carrera… y llega una pandemia que lo paraliza todo. Están tan contentos de verse y de saber que andan ocupados llenando los teatros cada tarde, que pasan de puntillas sobre los momentos más duros de esta crisis, como por ejemplo, saber si podían llegar a estrenar. “Nosotros, dos días antes, no sabíamos si íbamos a debutar”, explica Neus Asensi recordando cuando saltaron las alarmas porque uno de los miembros del equipo técnico dio positivo. Pero mascarillas y restricciones de aforo a un lado… y telón arriba. No hay más tesón que el que demuestran, a diario, todas las personas que ponen en marcha el teatro. “Aquí la profesión dijo, tiramos para adelante como sea”, comenta con vehemencia Manuel Galiana. Ellos tiraron hacia adelante y el público les siguió. Con mascarillas y respetando las normas. “Y ahora el público es tan disciplinado… ¡que ni tose!, bromea José Luis Gil. Todos vuelven a reír.
Según los últimos datos publicados en el Anuario de las Artes Escénicas, un 24% de los españoles fue al teatro en 2019. Esto se traduce en más de 12 millones de espectadores que acudieron a ver alguna de las más de 47.000 funciones que se representaron. Y a pesar del frenazo de 2020, el teatro en España ha ido ganando seguidores cada año.
“Tenemos la obligación de hacerles felices durante hora y media o dos horas, lo que dure la función. Haciéndoles reír, llorar…”, explica José Luis Gil. “¡Desde luego que contentos salen!”, dice Neus Asensi. Lo llaman “reírse en comunidad”. Y es ahora cuando más falta hace. “El teatro es un enfermo con salud de hierro y en tiempo de crisis hay que cuidarlo”, afirma Elisa Matilla. Y lo dice segura porque “él devuelve lo que le das”. “Es una retroalimentación entre el público y nosotros”, apostilla Asensi, y Galiana le sigue: “Es que es tal la emoción que te embarga como espectador…”.
La charla se alarga ya hasta los 45 minutos… y podría extenderse otros 45 más, pero en poco más de una hora los cuatro deben volver a sus respectivos teatros y meterse, de nuevo, en las vidas del rey Eduardo II, de Tolomei, de Loli y Diana. Porque si algún poder tiene el teatro, es el de parar el tiempo y hacerle olvidar al público que ahí afuera hay una pandemia. “No hay nada más hermoso que esto”, sentencia Manuel Galiana. Y ellos, que entre todos suman más de 150 años ligados a las tablas, lo viven y lo sienten así cada día. Lo suyo, como cantaba la Lupe, sí que es puro teatro.
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