Sin embargo, la dictadura franquista no detuvo la llegada a finales de los 60 de los primeros 'hippies'. Franco supo ver el filón económico a la situación: Los 'hippies' atraían el turismo. Venían desde Estados Unidos, escapaban de la Guerra de Vietnam y del capitalismo. Eran jóvenes con dinero, embelesados por el atractivo de un nuevo modo de vida. Y en Ibiza lo encontraron.

El efecto llamada fue inmediato. En los 70 llegaba una nueva oleada de 'Peluts', apodo con el que los ibicencos se referían cuando hablaban de sus nuevos vecinos. Esta vez no tenían tanto dinero, eran artistas y artesanos que vivían de lo que vendían en mercadillos. Las drogas, como era de esperar, estaban incluídas en la dieta. Vivían en comunas, comían de la huerta.

Entonces llegaron las discotecas: Pacha fue una de las primeras. Ricardo Urgell detectó el negocio: a estos hippies les gustaba bailar y organizar fiestas. La vida nocturna de la isla fue conociéndose cada vez más a nivel internacional, pero aún quedan peludos. Los hijos de los que estuvieron, los que siguen llegando. Para ellos, Ibiza sigue siendo el lugar de la paz y el amor.