Algunos de los asistentes a la 34 Edición de los Goya del sábado 25 de enero podrían llevarse premio doble, si su discurso de aceptación es el más corto de la gala. La Academia, repitiendo la estrategia del año pasado, ha decidido volver a regalar un televisor a aquellos vencedores que consigan dar sus agradecimientos en el menor tiempo posible.
En su afán por agilizar y hacer más atractiva la ceremonia, la Academia busca cada año fórmulas para evitar los discursos demasiado largos. La solución que se propuso el año pasado fue “sobornar” con una televisión de imagen de alta calidad a los tres discursos más concisos.
Discursos cortados y reacciones de los ganadores
Esta solución es una de las menos invasivas de las puestas en práctica por la organización a través de los años. En 2005, una decisión muy criticada fue la de dejar sin sonido los micrófonos de los galardonados una vez rebasaban el tiempo estipulado. Esta se tomó de los formatos de debate en televisión de aquellos años, como el programa de la televisión pública '59 segundos'. Belén Rueda, que ese año se hizo con el premio a la Mejor actriz revelación por ‘Mar adentro’, aprovechó sus minutos para criticar esta decisión de la organización.
Años después, en 2016, se decidió subir la música ambiental tras dos minutos de charla. Esto hizo que Natalia de Molina, Mejor actriz protagonista por ‘Techo y comida’, no pudiera acabar con su alegato por la dignidad de la gente sin recursos.
Ricardo Darín, en defensa de su compañera, aprovechó para criticar esta norma, haciendo comentarios irónicos sobre lo que llamó en varias ocasiones “la musiquita”. El actor argentino consideró que la realización estaba siguiendo un “curioso criterio” para dar por terminados los discursos.
Es evidente que los artistas prefieren soluciones que no pasen por dejarles con la palabra en la boca. La promesa de un regalo es, a todas luces, mucho mejor que la amenaza de ver tus agradecimientos cortados por lo sano por realización.
Las intervenciones más recordadas
La longitud del discurso no tiene que ir necesariamente ligada al aburrimiento o la mala calidad. Algunas de las intervenciones de los últimos años son recordadas como memorables por su mensaje y sus circunstancias.
En la gala de 2003, en plena época del “No a la Guerra”, la entonces directora de la Academia de Cine, Marisa Paredes, se posicionó con un discurso antibelicista durante siete minutos, en los que invitó a no tenerle miedo a la cultura ni al entretenimiento, sino a la guerra.
Álex de la Iglesia, también en calidad de director de la Academia, realizó en 2011 una defensa de Internet como vehículo para salvar la industria. La sombra de la piratería y el descenso del interés de los espectadores por acudir al cine hicieron necesario este discurso de parte de una de las figuras más importantes del séptimo arte en España.
Más reciente es la intervención de Jesús Vidal, ganador en 2018 del Goya al Mejor actor revelación. El artista de ‘Campeones’ fue aplaudido por sus palabras emotivas y llenas de humor, dejando para el recuerdo un poderoso discurso sobre la discapacidad, la inclusión y la diversidad.
Una gala de estas características tiene muchas probabilidades de dejar discursos emocionantes, aunque la Academia busca hacer honor al dicho “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Se abre con algunos cambios
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