Mensajes de 'hola, cómo estás?' de, 'te vienes a unas cañas?' de 'tqm'. De 'qué pesada mamá'... Sí, muchos mensajes de Whatsapp. ¿Cuántos llevas hoy? ¿Y cuántas cartas has echado en el buzón en lo que va de año? No cuenta la del voto por correo, claro.

Para el historiador británico Simon Sebag abandonar la escritura en papel es una mala pesadilla. Sin ellas, los NO monstruos que Cristóbal Colón le describió así a los Reyes Católicos nunca podrían asustar de igual manera:

"Ellos no son más deformes

que los otros, salvo que

tienen costumbre de traer

los cabellos largos

como mujeres".

Y el amor y las despedidas tampoco podría ser tan íntimas como la de Leonhard Cohen a su gran amor Marianne:

"Nunca he olvidado tu amor y tu belleza.

Pero lo sabes. No hace falta que diga más.

Que tengas un buen viaje, vieja amiga.

Nos vemos por la carretera.

Con Amor y gratitud infinita".

Tan íntimas como las cartas que Mozart le escribió a su prima. Con mensajes escatológicos incluidos. Gandhi a Hitler en las suyas lo señaló directamente como dictador:

"De acuerdo con sus propios escritos y pronunciamientos,

así como los de sus amigos

y admiradores, no cabe duda

de que muchos de sus actos

son monstruosos e impropios

de la dignidad humana".

También marcó la historia este equilibro perfecto entre demostrar poder y la necesidad de evitar una guerra. Carta del dirigente de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, a Kennedy:

"Preservar la paz mundial

debería ser una empresa

conjunta de nuestros

dos gobiernos, puesto que,

en las circunstancias actuales,

si estallara una guerra, […]

sería una guerra mundial".

O esta del líder de la Yugoslavia comunista Tito, que en 1948, harto de las amenazas de Moscú, envió esta misiva a Stalin:

"¡Deja de enviar gente a matarme!

Ya hemos capturado a cinco.

Uno con una bomba, otro con un fusil...

Si no paras de enviarme asesinos,

yo enviaré a Moscú uno muy rápido

y desde luego que no hará falta

que envíe a otro".

Cartas, todas, sólo unas pocas, que cambiaron la historia de la humanidad. Un ejercicio íntimo de escritura. Para el escritor británico, más que enviar emoticonos de berenjenas por WhatsApp.