Acudieron investigadores, científicos y curiosos fascinados por su magnetismo, pero estas piedras descubiertas en el norte de Escocia el año pasado y que se pensaba que eran un nuevo Stonehenge, no tienen 4.500 años de antigüedad sino sólo 30.

Lo acaba de confesar el granjero que las colocó en los años 90, temeroso de ser descubierto ante la investigación científica y el revuelo internacional.

No es el único fraude arqueológico del mundo. Desde el 'cráneo de Piltdown' a las pinturas rupestres del monte Gorbea, pasando por el gigante de Cardiff, han sido decenas las veces que por ignorancia o por mala fe, se ha intentado engañar a la comunidad científica con evidencias fabricadas.

Pero la verdad y la ciencia siempre terminan uniéndose.